viernes, 31 de agosto de 2012

Lecciones de historia en Portugal

Aprovechando que los chicos no miraban, M. y yo nos escapamos a Lisboa y nos quedamos un par de días. Creo que no vale la pena repetir elogios. Es una ciudad tan literaria que hasta se le perdona a Muñoz Molina que escribiese aquella novela tan pesada. Incluso a mí se me ocurrió un argumento mientras paseaba de aquí para allá. Hice muchas fotos del tipo que le gusta poner a García Martín en su blog. Una cosa así, por ejemplo:




 También anduve de librerías, que de eso Lisboa anda sobrada. En la vidriera de una del Chiado exponían un enorme mapa de Portugal de los años cuarenta, "realizado y coordinado por el Doctor Engenheiro Luis Lopes de Cardoso, inspector de enseñanza media". El mapa era muy curioso por los datos, como ese de la hidrología, con las indicaciones de los balnearios ("Para cada doença tem Portugal a sua cura de águas"), o, mucho mejor aún, los lugares históricos de batallas con las banderitas de los países implicados. Como se aprecia en la foto más abajo, había batallas entre los mismos portugueses, entre moros y portugueses, entre franceses, ingleses y portugueses y, por supuesto, entre españoles y portugueses. Lo más divertido es que en el cuadro explicativo, estas últimas se decía que habían sido entre " portugueses e outros povos da Peninsula" (!!!!!).






No tengo noticias de qué hubiera batallas entre portugueses y andorranos, pero quién sabe. En cualquier caso, los españoles somos los innombrables...

martes, 28 de agosto de 2012

Oh, mundo

Mi casa me desprecia. Me insultan los amigos.
Trabajo sin descanso. Escribo necedades.
Me rechazan los libros los tardos editores.
Humillan a mi Dios. Lo crucifican.
Persiguen a su Iglesia como lobos hambrientos.
Mi existencia es estéril. Nada tiene sentido.
Oh, vida, cómo dueles. Oh, tiempo inexpugnable.
Oh, amor insoportable como el fuego.

Mis instrumentos de trabajo son el asombro y los días.
¡Oh, mundo cruel, qué suerte haber nacido!


El último poemario de Jaime García-Máiquez se abre con este poema que da título al libro. Cada vez que lo leo me gusta más. Me gusta ese ritmo cortado y creciente del principio, y me gusta todavía más ese verso ("Mis instrumentos de trabajo son el asombro y los días") que irrumpe de golpe tras el espacio en blanco y que es una declaración de principios sobre el arte y la misma vida. Gracias a él, se entiende la última sorpresa, la vuelta de tuerca de dar gracias por haber nacido.

lunes, 27 de agosto de 2012

Lección de alemán

En junio volví por una semana a la universidad de Münster, en Alemania. Esta vez me llevé a N. y a L. No habían viajado en avión desde que eran unos bebés, y fue bonito ver su emoción al despegar.
Después de las clases, aprovechamos para hacer excursiones por Westfalia, que es el paraíso de la bicicleta. Llegabas a cualquier pueblecito en tren y allí te estaba esperando una maravillosa agencia de alquiler de bicis. En Lüdinghausen vimos un par de castillos y nos internamos campiña y bosques adentro. Los chavales estaban entusiasmados. En medio de uno de esos bosques increíbles para un hispano, nos paramos en una encrucijada.
Alguien había erigido un gran cartel de madera con unas inscripciones que no se leían bien. Nos acercamos y vimos todo un cerco de flores y ramos, germánicamente ordenados. Empecé a explicar a los niños que los nombres que allí aparecían, seguramente correspondían a los soldados caídos en la primera y segunda guerra mundiales. El pueblo alemán no tiene necesidad de leyes de memoria histórica.
De pronto apareció de no sé dónde la señora aquella con su cuerpo flaco y su aspecto tieso. La seguían dos niños pequeños, rubísimos. Llevaba unas gafas tímidas y tenía el pelo moreno, recogido. Era una madre vieja o una abuela joven, no lo sé. Parecía interesada o conmovida.
Me habló en alemán y, sorprendentemente, la entendí:
- Ellos eran todos campesinos de la zona: hermanos, esposos, hijos. Vivían en casas como esa de allá, y señaló una granja más allá del bosque. Murieron en la guerra y ahora todos los recordamos. Pusimos este monumento hace más de treinta años.
-¿Treinta años?, le pregunté, un poco por decir algo y otro poco porque no se me ocurría qué decirle en alemán.
-Sí, treinta. Yo les enseño esto a los niños para que se acuerden...
Luego siguió dando explicaciones, pero sólo comprendí palabras sueltas:  "muerte", "guerra", "tristeza", "familia".
-Siento no poder hablar. No sé hablar alemán; lo puedo entender un poco. ¿Sabe usted español?
-No.
-¿Inglés?
-No.
Nos quedamos en silencio y ella se quedó mirando a sus niños que jugaban con el triciclo. Yo miré a los míos. De pronto se paró y me dijo: 
-Gracias por.... ¿Querría tomar un café en casa con nosotros?
-No, perdón, muchas gracias... no sabría hablar mucho rato.
-No importa. Yo tampoco sé hablar español.
Miré a mis hijos, pensé que pronto tendríamos que regresar al pueblo y devolver las bicicletas. Volví a negarme. Ella siguió mirándonos muy seria y contestó:
- No pasa nada. Gracias a usted.

domingo, 26 de agosto de 2012

Ecce Homo

Hoy me tocaba pintar las paredes. En casa esta tarea tiene su arte, porque hay que emprenderla por igual en zonas medianamente limpias y en otras adornadas con pinturas rupestres y manchas infantiles: chocolate, sangre y toda clase imaginable de fluidos corporales que forman un conjunto bien mezcladito. Pero hay algo de bueno en esto, y es que tienes todo el tiempo para pensar. Una tarde entera para pensar delante de paredes en blanco. El sueño de cualquier artista.
Y, de pronto, me encontré recordando esa noticia ridícula. No sé cómo pensé en mí, mal pintor de brocha gorda y en la anciana de Borja metida a inocente restauradora. Esa noticia que cada día espero que desaparezca y que, no hay manera, sigue en las portadas: la dichosa restauración del Ecce Homo. Qué curioso que una majadería dé tanto que hablar. El feísmo atrae.
Como creyente, sentí que la figura del Señor sea tan mal tratada. Pero, además, pensé, cómo no ver en este Carnaval otra revisión de una historia que se actualiza siglo a siglo. "Ecce Homo", grita Pilatos, y la muchedumbre grita, patalea y se ríe. Por otra parte, es verdad que las obras de arte (y esta lo es, a su modo) no sólo nos revelan un mundo, sino que también revelan a quien las contempla. Toda esa procesión de peregrinos que abarrotan la iglesia de Borja para ver una birria, se hacen ellos mismos una birria. En algunos idiotas que se mofaban del Ecce Homo, reconocí las caras pintadas por Goya en El entierro de la sardina.




viernes, 24 de agosto de 2012

Este cuarto (Mario Quintana)

Pues ya está: ya he vuelto. Las vacaciones: un mes sin internet, con un intermedio en Perú de gira laboral, también sin internet. Un descansazo sobre el que escribiré en estos días.
Pero alguna cosa hice: por ejemplo, esta traducción de un poema de Mario Quintana, que me salió casi del tirón:

ESTE CUARTO

Este cuarto de enfermo, tan desierto
de tantas cosas: ya ni libros leo
y hasta mi propia vida dejé en el medio
como un libro olvidado y entreabierto...

¿Qué me importa este cuarto en que despierto
como si despertara en cuarto ajeno?
¡Yo sólo miro al cielo! Y es tan cierto
que el cielo me acoge en su seno.

Pues sólo el cielo está cerca, sí.
Y tan cerca se ve que estoy sintiendo
su inmenso ojo azul posado en mí.

La muerte debería ser así:
un cielo poco a poco anocheciendo
y que nadie supiese que es el fin.


Y aquí el original:


Este quarto de enfermo, tão deserto
de tudo, pois nem livros eu ja leio
e a propria vida eu a deixei no meio
como um romance que ficasse aberto...

que me importa este quarto, em que desperto
como se despertasse em quarto alheio?
Eu olho é o céu! imensamente perto,
o céu que me descansa como um seio.

Pois só o céu é que está perto, sim,
tão perto e tão amigo que parece
um grande olhar azul pousando em mim.

A morte deveria ser assim:
um céu que pouco a pouco anoitecesse
e a gente nem soubesse que era o fim...