Por culpa de un tribunal de tesis doctoral sobre epistolarios del XIX, me he puesto a leer algunas cosas sobre la historia de la carta, ese género asesinado por la Red y por el que nadie ha entonado un réquiem, que yo sepa. Será que estamos todos muy emocionados con el nuevo juguete.
Pero, a lo que iba, leyendo sobre el particular, me encuentro un estudio sobre los recetarios para escribir cartas en España entre 1927 y 1945 (Verónica Sierra, Aprender a escribir cartas, Gijón, Trea, 2003). Allí me entero de que, durante el conflicto del 36, era muy común que los soldados eligiesen a una chica desconocida como "madrina de guerra". Los dos se cruzaban cartas en las que la chica cumplía el sagrado deber de alentar la moral del combatiente. Parece que la figura de esta pseudonovia (a veces la cosa terminaba en noviazgo) apareció por primera vez en la Gran Guerra. En la nuestra tanto los varones republicanos como los nacionales encontraron consuelo en las líneas de aquella que era, literalmente, la mujer de sus sueños.
Los manuales de escritura de cartas recomendaban una determinada estructura (igual que en los casos de cartas de felicitación, pésame, amorosas, etc.). Lo que pasaba es que, por las circunstancias, la retórica de la época se imponía. Así, por ejemplo, en cierto modelo de carta, se recomienda empezar al soldado su petición de la siguiente manera:
Distinguida y bellísima señorita:
El objeto de la presente es para lograr de su bondad sea mi madrina de guerra en esta campaña de Cruzada por Dios y por la Patria,de la cual soy combatiente..." Etc.
A su vez, la simpática madrina in pectore debía contestar de la siguiente forma:
He de confesarle, y lo hago sinceramente, que hace tiempo deseaba el recibir la solicitud de algún combatiente para que fuese su madrina de guerra. Yo anhelaba porque me parecía que con ello ayudaba, aunque fuese moralmente a la causa de bellos ideales que defiende el Glorioso Ejército Español dirigido por el Caudillo y Generalísimo Franco...". Etc.
¿De qué hablaban en la correspondencia? De trivialidades la mayor parte de las veces. Pero las cartas acompañaban en medio de la soledad de la trinchera. Bien es cierto que la cosa podía tener su punto de hipocresía, porque en ocasiones el melancólico soldado tenía novia formal. Pero también había mucha gente deseosa de algún refugio sentimental, porque de hecho las madrinas de guerra surgieron como una necesidad creada para aquellos militares sin familia. En los periódicos se podían leer anuncios como éste:
Soldado gallego, que lejos de su tierra "meiga" siente la nostalgia de sus atardeceres, pide una limosnita de cariño a una galleguiña que sepa comprenderle y quiera servir de Madrina, enviándole en sus cartas los consuelos que necesita para olvidar ausencias.
José Concheiro.
Pobriño...
El requiem por la carta, de manera visionaria, ya lo entonó Pedro Salinas en su colección de ensayos EL ESPECTADOR, que recomiendo vivamente.
ResponderEliminarEL DEFENSOR, perdón.
ResponderEliminarQue pero que fantàstico
ResponderEliminarBueno, ahora hemos mejorado. Le das a "buscar amigos" en el Facebook y listo. Tienes de todo, incluyendo madrinas de guerra y aguerridos combatientes...
ResponderEliminarBonito. Ya había oído hablar alguna vez de las "madrinas de guerra". De forma un tanto "tangencial" y medio a propósito de esto, recomendaría el visionado de nuevo, de la que para mi es una de las mejores películas de la historia del cine: "Los mejores años de nuestra vida", de William Wyler.
ResponderEliminarUn abrazo,
Releyendo y curioseando vuelvo a este post, porque me gusta el tema. El tema. No hay que echarse a llorar, creo. La carta no ha desaparecido, solo se ha convertido en el email o en el sms. Vale. Es lo mismo, más o menos. Agunos/as siguen escribiendo los emails (e incluso los sms) como si fueran los mensajeros de su alma (y lo son a menudo). Otros muchos no, pero eso también ocurría antes con las cartas. Seguro que sería interesante ver una recopilación de cartas... absolutamente idiotas. Hay muchas.
ResponderEliminarUn abrazo,