Ella vuelve a mirar el reloj: tan sólo quedan cinco minutos para que llegue Él. Enseguida saca del horno su comida favorita –canelones- y la sirve en un plato frente al otro. Luego enciende dos velitas y las pone en la mesa. Corre las cortinas y deja la habitación en penumbra. Está algo nerviosa. Sale del comedor y se mira en el espejo del baño. Se pasa una mano por la mejilla. En el dormitorio saca del armario su ropa interior más sexy y la dispone en la cama. Se detiene a mirar el efecto conseguido. Entonces estudia bien el recorrido previsto que hará Él: primero la entrada, luego el comedor, el pasillo y por fin el dormitorio. Mira otra vez el reloj: sólo le queda un minuto.
A toda prisa escribe una nota de despedida para siempre jamás, la deja en la cama, suelta un taco, abandona la habitación, retoca el florero del vestíbulo y sale dando un portazo.
martes, 9 de marzo de 2010
Atracción fatal
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¡Oh cielos! Te dejo ahora mismo Javier. Tengo que volver a casa a perdirle perdón. ¡Con lo que me gustan los canelones!
ResponderEliminarHe aquí cómo sigue la historia:
ResponderEliminar"En el portal se encuentra con él, que le trae un enorme ramo de lirios y que (con sorpresa) pregunta: "hola, ¿dónde vas a estas horas?""
Debido a la construcción de la frase no me queda claro si los canelones son la comida favorita de él o de ella... lo supongo por el contexto y porque de ser ella la comepasta se los hubiese zampado antes de largarse para siempre jamás. Aunque no sea del todo cierta en la vida real, me encanta esa expresión: para siempre jamás. Redonda.
ResponderEliminarEs un gustazo tener comentaristas tan agudos. Al subcomodoro sólo tengo que decirle que espero que no se le hayan indigestado los canelones. Fernando: lo difícil es terminar un microcuento que parece prometer un final feliz y que consigas retorcer las cosas para que, en efecto, haya un final feliz (bueno, eso suponiendo que los ramos de lirios acaban por traer felicidad). Yo traté de hacer un desenlace así, pero no me salió... Gracias por haberlo conseguido tú.
ResponderEliminarY, bueno, María, me alegro especialmente de que te guste esa expresión (que es contradictoria, pero muy expresiva, como dices), porque la añadí en el último segundo, justo antes de publicar el micro. La versión original no la tenía.
¡Oh!
ResponderEliminarComo caso piscológico real no sé si será posible que alguien que se piensa ir haga tantos preparativos. Sí se ha escuchado de locos que preparan cosas así para luego asesinar, pero nunca escuché algo así para huir.
Muy bueno el relato. Solo un detalle quisiera observar. Yo no daría un portazo. Un plan tan meticulosamente pensado, ¿cerralo con un portazo? El portazo pondría en evidencia lo que realmente pensaba y ocultó bajo tanto preparativo cuidadoso.
Quizás el portazo fue una necesidad literaria, para dar sopresa repentina y contraste, pero yo insisto, hubiera cerrado despacio, escuchando el pestillo caer.
(Epílogo machista: Él llega y, después de comer los canelones, la llama y le deja un mensaje en el teléfono móvil: "Te olvidaste la ropa interior").
Bueno, pues a mi me parece que los micros,en especial,como en general toda la literatura, sirven para que cada uno pueda reinterpretar el sentido del autor, y en esta ocasión, yo leo otra cosa distinta que los comentaristas, pues la intranquila protagonista escribió en la nota algo así como: No podemos seguir viéndonos nunca más. Me has hecho sentir toda una mujer deseada, pero tengo que seguir con mi vida, con mi familia y mi rutina"...así que, los prejuicios a veces nos juegan una mala pasada. Seremos machistas???
ResponderEliminarMuy bien Javier.
Me he quedado patitieso con el final. Me esperaba justo lo contrario. ¿Después de tanto ceremonial se larga? ¿Y dejándole la comida hecha? No me acaba de cuadrar, pero me ha parecido un relato muy interesante.
ResponderEliminarUn saludo.
Bueno Javier, no te enfades. Me parece una historia estupenda, de las mejores que te he leído, junto con aquélla de Teseo. Por eso me animé a añadirle una apostilla lúdico-festiva: si Esaú cambió sus principios por unas lentejas, ¿por qué Él no podría hacerlo por unos canelones? Y si gracias a unos canelones se salva un matrimonio... El final de mi tocayo me parece muy bueno, aunque no sé bien por qué lirios y no otra flor menos simbólica. El de J.Ignacio también me gusta, y comparto lo del innecesario portazo (y el taco). Así que tu cuento lleva camino de parecerse a una partida de ajedrez, de tantas variantes que provoca. Y sólo en 14 líneas. Felicidades.
ResponderEliminarAmigo subcomodoro: ¡no me enfado! De verdad que siento que creyeras que me enfadé: todo lo contrario, y menos por unos canelones, sólo faltaba. Me alegro de que te guste: en realidad, lo ideal de un microcuento es que deje muchas puertas abiertas, aunque éste concluya con un portazo
ResponderEliminarJuan Ignacio: tienes razón que no suena muy verosímil, pero quizá lo que menos me preocupó s serlo. Como me gusta decir a veces, el Quijote e sun anovela inverosímil: nadie es tan estúpido como Sancho Panza que sigue a su amo, obviamente loco, a lo largo de años sin darse cuenta de nada. La literatura puede resultar inverosímil a veces (igual, por cierto, que la realidad).
ResponderEliminarLo del portazo me pareció necesario por la prisa que le entra a la protagonista (además de la violencia que sugiere).
Tu sugenrecia de epílogo es muy buena: no sólo las mujeres tienen por qué ser maquiavélicas.
Ragtime: sí, yo también leo mi cuento en esa línea, pero me ha sorprendido ver que es posible mirarlo desde otros lados, como ya se ve en los comentarios.
ResponderEliminarAmigo opinador: qué bien que te sorprendiera, porque eso era justamente lo que traté que sintiera el lector. La chica busca una venganza sorprendente, digamos.
ResponderEliminarHola, Javier.
ResponderEliminarNo digas ni en broma, ni por ser amable, que el final que propone alguno de tus lectores (por ejemplo, yo) mejora el texto. El relato estaba perfecto como estaba, no había que añadir nada, y si yo propuse una continuación fue por hacerme el gracioso, porque tu punto final llegó en el momento justo.
Pues lo bueno de este relato, como de muchos que escribes, es como esos libros en los que tú vas eligiendo el final.
ResponderEliminarEn mi opinión, ella vuelve a entrar en casa en el mismo último minuto, justo tras dar ese portazo (ya que siempre que lo hace se lleva la llave de casa en el bolso), rápidamente rompe la nota en pedacitos muy pequeños, se sienta a la mesa, se come sus canelones, guarda su ropa sexy, se tira en el sofá a ver la tele, después se va a la cama hasta quedarse dormida. Mañana, una vez más, al verle aún dormido en la cama, intentaría tener el valor suficiente para hacer lo mismo pero dejando las llaves de la puerta dentro de la casa.