Parece que el número de accidentes de tráfico ha disminuido hasta equipararse al de suicidios. Como soy naturalmente mal pensado, me temí al principio que lo que había sucedido es que, al descenso de muertes en carretera le había correspondido en el tiempo un crecimiento en el número de suicidios. Pero no. No ha habido tal subida, que ya se han encargado los sociólogos de contárnoslo.
Contrariamente a lo que dicen muchos amigos míos que se quejan de falta de libertad, a mí no me parece mal que España deje de oler a tabaco por todos los rincones y que no lo tengas tan fácil para darte un castañazo con el coche. Los gobiernos socialistas son maestros en el arte de prohibir lo que les parece mal y la historia les reconocerá ese mérito en el futuro.
Es una pena que su sensibilidad para la vida humana no se extienda a otras cuestiones como, por ejemplo, la del aborto o, ya que estamos hablando de muertes, la del suicidio. Todos nos congratulamos de que haya menos accidentes mortales en la carretera, pero ningún medio (creo) se ha sorprendido del alto número de suicidios, por mucho que no haya aumentado. A veces un silencio sobre un problema es más elocuente que muchas palabras. ¿Por qué no pensar en el suicidio no sólo como una decisión fatal que atañe a un individuo, sino también como una desgracia social? Nadie se suicida con alegría. Una sociedad con un alto número de suicidios es una sociedad infeliz que va muriendo lentamente.
Redondo y preciso, chin pum. Gracias.
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