Cuidando de un jardín puedes aprender tanta filosofía como leyendo un tratado de metafísica, venía a decir Ernst Jünger, aunque no recuerdo las palabras exactas. Yo, de momento sólo aprendo cochinadas. Supe en su día que puedes matar caracoles metiendo vasitos de cerveza entre las plantas. Ahora descubro que el mejor abono es el humus de gusano, que consiste en aplicar cagaditas de lombrices a la base del matorral. Hay gente tan entusiasta de la técnica que incluso prepara en su casa unos contenedores con desechos de comida y lombrices. Pasado el tiempo vuelcan el contenido en sus plantitas. Mi amor por la filosofía no da para tanto.
Claro está que nuestros cuarenta y ocho metros cuadrados de naturaleza proporcionan algunas satisfacciones. Por la mañana, después del afeitado y la ducha, vestirme, ir por el pan, exprimir zumos, poner los cereales, despertar niños, azuzar niños, hacer las camas, desayunar y lavarme los dientes, abro la ventana del dormitorio y, mientras M. hace las mismas operaciones que yo (menos una: afeitarse; y más otra: preparar bocadillos) compruebo si la enredadera del jardín ha crecido por la noche. Son uno o dos minutos. Pronto llegará la primavera. Los evónimos están a punto de despertar y me pregunto si este año tiro por fin las fresas a la basura y planto peonías. Igual, después de todo, Jünger tenía razón.
Querido y admirado Javier:
ResponderEliminarYo no tengo ni jardín ni balcón ni siquiera maceta, pero aprendo lo mío contemplando los árboles del alcalde Gallardón (los que sobreviven, quiero decir): por ejemplo, que no hay que desesperar, porque siempre después de los malos tiempos vienen los buenos, pero que tampoco hay que esperar mucho, pues siempre después de los buenos vienen los malos; lo importante es aguantar, seguir siempre ahí.
Ni idea de la referencia a Jünger. ¿Podrías hacer una aclaración para analfabetos?
Bueno, los árboles de Gallardón también tienen su filosofía, los pobres. Creo que se aprende mucho mirando las plantas, y lo digo en serio. Lo de Jünger lo leí en un diario de este escritor alemán. Se llama Radiaciones. Es un libro muy interesante sobre sus experiencias en la segunda guerra mundial (tiene otro sobre la primera, Tempestades de acero, pero ése no lo he leído). Jünger sabía de todo. Como buen alemán, amaba la naturaleza y le gustaba la jardinería. En algún lugar dice eso de la filosofía y el jardín, aunque ahora no recuerdo dónde ni con qué palabras exactas.
ResponderEliminarMe ha gustado y divertido mucho esta reivindicación de la filosofía desde lo cotidiano. O la encontramos ahí o apañados estamos...
ResponderEliminarQué estúpido soy: la referencia a Jünger es a la cita del inico del post. Me concentré tanto leyéndolo que la olvidé.
ResponderEliminarGracias por la aclaración.
Muchas gracias a los dos por los comentarios... y, por cierto, cómo te entiendo, Fernando. A mí me pasa igual que a ti.
ResponderEliminarTener jardín es una aspiración para mí. De momento me conformo con ilusionarme porque eso de poner cuatro plantitas de macetas en casa no es más que querer y no poder. Es como amar a los animales y disfrutar en un zoo. Aunque sean 48m2, son envidiables. Y si encima los disfrutas, pues más todavía.
ResponderEliminarPaciencia, Mauricio. Se ve que lo de la jardinería lo llevamos en los genes.
ResponderEliminarEra parte de una entrada futura pero te lo dejo acá.
ResponderEliminar"Ella enterró una semilla de calabaza y creció. Hombres de ciudad, sorprendidos por lo pródigo de la naturaleza, ya dejamos que la planta invadiera todo el jardín. Y tenemos muchas calabazas.
Hoy cortaba un zapallo gigante que me trajeron del campo y pensaba que sería una estupidez clamar a Dios por el hambre en el mundo. ¡De verás que somos unos inútiles al permitir que eso pase!"
No sé si es filosofía, pero el jardín y el campo me han hecho pensar.
Gracias por tu generosidad, Juan Ignacio, que, como mínimo, es como la del zapallo. Y, por cierto, tu microrrelato me hace recordar el de Macedonio Fernández, "El zapallo que se hizo cosmos".
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