De golpe, ayer me encontré con un poema excelente sobre la mirada del gran pintor, aquí (qué verso final: "Y está llena de luz la oscura noche"). Me alegró la coincidencia, porque hay un cuadro de Piero della Francesca que se encuentra entre mis preferidos, y en él pienso muchas veces. Tal vez sea por la verdad del cuerpo de Jesús recién devuelto a la materia viva, o por el gesto sólido con que adelanta la pierna que emerge de la tumba. Pero lo más seguro es que se deba a que nunca he visto una mirada tan llena de dolor y, al mismo tiempo, de serenidad triunfal. Este Domingo de Resurrección me imaginaba la escena de la única manera que me parece creíble: representándomela con los ojos con que la miró Piero della Francesca.
Los ojos del recién Resucitado. Los ojos de quien vuelve de la muerte ciega y allí ya lo ha visto todo. Los ojos de quien descubre el mundo por segunda vez.
Este cuadro es impresionante, Jesús sale del sepulcro con la autoridad de quien ha vencido a la muerte para siempre... Por cierto, el enlace no funciona.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mil gracias!! Voy a ver si ahora lo arreglo.
ResponderEliminarQué curioso que este cuadro haya sido parte del disparador que activó las palabras de la siguiente entrada: http://ososworks.blogspot.com/2010/03/quien-lo-dijera.html
ResponderEliminarCoincido en que esa mirada, producto de un lenguaje misterioso y personal del pintor, se instala en la memoria y se renueva cada Pasión y Pascua de manera autónoma, independiente, aunque no hayamos contado con ella. Un abrazo!
CCoincidencias misteriosas, es verdad. Y encima, con Marechal por medio.
ResponderEliminarConfieso que no conozco mucho a Piero della Francesca, Javier. Mi especialidad sería -años después- Velázquez. Sin embargo lo tengo identificado con una anécdota juvenil muy extraña. Cuando yo tenía 18 o así, un tipo de Orense al que conocí y traté, que pasaba "chocolate", estaba fascinado con este pintor. Y yo, lógicamente, estaba fascinado con él (con el tipo, no con el pintor), porque me parecía un rasgo insólito y extraordinario en un camello ese gusto tan exquisito, refinado y extraño. A él además también le gustaba hablar conmigo, seguramente porque entre tanta gente con la que "trataba", pocos sabían quién era Piero della Francesca, y con pocos podía hablar de él. Por supuesto le perdí la pista hace muchos años, pero siempre que oigo hablar de Piero della Francesca me acuerdo de él... ¡Un camello culto! ¡Hay gente pá tó! que decía aquel torero...
ResponderEliminarUn abrazo,
Para camellos, los de antes, Víctor. También yo recuerdo a un tipo extravagante, medio camello, que había adoptado un nombre de animal (no lo diré por si acaso) y lo había asumido de tal manera que pidió que le quitaran su nombre de nacimiento y le pusieran el inventado en el DNI. Y por ahí se paseaba el hombre mostrando su "nombre" en el DNI... En fin.
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