VENTANAS
El Cielo es un lugar en donde proliferan las ventanas. A veces ni siquiera hay paredes, ni salas, ni dormitorios. Pero las ventanas están siempre allí, con un antepecho para recostar los brazos, o un sillón puesto atrás o adelante, da lo mismo, ya que el adentro y el afuera tampoco existen.
En el Cielo las ventanas no sirven para cerrar ni para abrir. Son los marcos donde se encuadra la mirada, el borde donde se colocan los ojos para que no se pierdan, para que no enloquezcan, para que no los ciegue la Luz Desconocida.
El Cielo es un lugar en donde proliferan las ventanas. A veces ni siquiera hay paredes, ni salas, ni dormitorios. Pero las ventanas están siempre allí, con un antepecho para recostar los brazos, o un sillón puesto atrás o adelante, da lo mismo, ya que el adentro y el afuera tampoco existen.
En el Cielo las ventanas no sirven para cerrar ni para abrir. Son los marcos donde se encuadra la mirada, el borde donde se colocan los ojos para que no se pierdan, para que no enloquezcan, para que no los ciegue la Luz Desconocida.
LOS NIÑOS TONTOS
No se sabe si los niños a los que llamaban tontos en la Tierra seguirán siendo tontos en el Cielo. Si sus sonrisas fáciles y mojadas seguirán ofreciéndose a cualquiera, por nada, sin motivo, como se ofrecían en el reino de este mundo. No se sabe si vivirán allí con maestros especiales cuyo máximo objetivo será lograr que después de meses o años de paciente trabajo, ejecuten los actos elementales que realiza sin esfuerzo cualquier persona, aun la de corazón más vil o despreciable. O si los acompañarán sus padres, por fin felices, despreocupados del temor al porvenir, ya que todos han muerto y no necesitan nada y en el Cielo –que es el lugar de la eterna armonía– nadie querrá dañar a sus criaturas frágiles.
No se sabe si los niños a los que llamaban tontos en la Tierra seguirán siendo tontos en el Cielo. Si sus sonrisas fáciles y mojadas seguirán ofreciéndose a cualquiera, por nada, sin motivo, como se ofrecían en el reino de este mundo. No se sabe si vivirán allí con maestros especiales cuyo máximo objetivo será lograr que después de meses o años de paciente trabajo, ejecuten los actos elementales que realiza sin esfuerzo cualquier persona, aun la de corazón más vil o despreciable. O si los acompañarán sus padres, por fin felices, despreocupados del temor al porvenir, ya que todos han muerto y no necesitan nada y en el Cielo –que es el lugar de la eterna armonía– nadie querrá dañar a sus criaturas frágiles.
Micro podrán ser, pero ¿relatos?
ResponderEliminarMe parece que al Anónimo le cuesta ver la narratividad en las cosas (o al menos en ciertas cosas) muy breves. Para ayudarle, un par de ejemplos de brevedad extremada. El primero, muy conocido, es de Arreola; el segundo, no sé si tanto, de un autor que ignoro. (Cito de memoria, en ambos casos).
ResponderEliminar1) La mujer a la que amaba se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones.
2) Había habido una guerra nuclear. El último hombre vivo estaba sentado en el salón de su casa. De pronto, llamaron a la puerta.