Adán y Eva se acercaron por primera vez en su vida a un estanque. Ella, más curiosa, vio en el agua dos caras, una extraña y otra que ya conocía, la de él:
-¡Mira, eres tú!, gritó.
Adán, sorprendido, inclinó la cabeza, repitió la operación visual y contestó:
-¡No, mujer, eres tú!
Así, en aquella primera tarde del mundo, nuestros antepasados descubrieron tres cosas muy importantes:
se fijaron en el rostro del ser amado,
se preguntaron por quienes eran ellos mismos
y empezaron a discutir.
Eso significa ser persona: descubir al otro, descubrirse como persona al descubir al otro,... y contrastar opiniones sobre lo descubierto. Buen relato.
ResponderEliminarOh.
ResponderEliminarMalditos espejos
ResponderEliminarLa discusión es la clave del amor... ¡y del desamor!
ResponderEliminarEs verdad, ay... pero también del amor. En realidad, buena o mala, es la clave de todo. Cuando no hay discusión, hay desinterés.
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