viernes, 13 de enero de 2012

Germanofilia

En Zaragoza eran los años de la guerra y el hambre. En la calle donde vivían mis abuelos, se había parado un blindado alemán. Desde la terraza mi padre, entonces un niño de seis o siete años, se asomó para ver al soldado bajarse a revisar el vehículo. Con cuidado el hombre se puso los guantes y el mono de trabajo encima del uniforme de la Legión Cóndor y desapareció entre las ruedas. A la luz de la tarde sólo se vería el brillo de sus botas. Estuvo trajinando un rato mientras el niño observaba atentísimo. Por fin salió de abajo, comprobó un par de detalles más, se quitó la ropa de faena y la envolvió limpiamente dentro de una bolsa. Tras la operación el soldado estaba tan reluciente como una hora antes. Se metió en el blindado, hizo rugir el motor y desapareció. El niño entonces entró en casa y comunicó a su madre:
-De mayor quiero ser alemán.
Seguramente muchos españoles hemos sido germanófilos. Mi padre debió de recordar los arreglos chapuceros de los mecánicos del taller de enfrente, su aspecto cochino y descuidado. Se admira lo que no se tiene. Esto de la germanofilia era un fenómeno de mi infancia, cuando España se sentía inferior en Europa, se hablaba con los ojos abiertos del Mercado Común y se repetía aquello de que África empezaba en los Pirineos. Luego todo cambió y los españoles -pueblo ciclotímico- empezaron a sacar pecho por todos lados en los años ochenta y noventa, y al final hasta nuestro ex presidente (vaya, ¡ya me he vuelto a acordar de él!) se le ocurrió decir en la ONU que habíamos adelantado a Italia y que pronto superaríamos a Francia. Ya no éramos tan germanófilos.
Pero ayer veía un letrero publicitario de no sé qué caja de ahorros: "Hágase un plan de pensiones como los alemanes". Y de pronto caigo en la cuenta de que aqui y allá, vuelve la leyenda teutona, impulsada por la crisis y el diferencial con el bono alemán. "Es que los alemanes lo hacen así" "En Alemania, cuando estuve, jo..." La cosa va más allá de la economía, porque un periódico soltaba el otro día que los alemanes no se escandalizaban con el calendario de Paz Vega (¿Y...? Allá ellos. A mí, déjenme escandalizarme tranquilo).
A alguno lo parecerá muy bien esta vuelta a la germanofilia, pero a mí me resulta preocupante. Es como si volvieramos a nuestro complejo de inferioridad. Sí, sí, está bien eso de aprender de un país admirable, pero no nos pasemos. ¿Cuándo España tendrá una visión equilibrada de sí misma, sin empinar la nariz ni humillarse?

2 comentarios:

  1. Me ha encantado tu entrada. Mi propio padre tuvo que convivir en Burgos con la Legión Condor durante más de un año (él tenía cinco años entonces) y ha sido siempre germanófilo... No le hizo mucha gracia saber de mayor lo que habían hecho esos soldados que admiraba de niño en nuestra cercana Gernika y en Durango, pero siguió admirando a ese país.
    Yo también los he seguido admirando siempre, pero estoy contigo en que deberíamos mirarnos con la cabeza fría a nosotros mismos en ves de intentar ser alemanes o, como digo en mi entrada de ayer del blog, pretender superarlos.
    Un saludo.

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  2. Qué coincidencia tan bonita, opinador. Y sí, estoy totalmente contigo en ese empeño absurdo de superación.

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