jueves, 18 de junio de 2009

Más ombligos y algún pie

Estoy extendido en la cama y me miro los pies. Qué feos son, me digo. Y, sin embargo, qué prácticos. La gente no suele valorar mucho sus pies, aunque los utilice a diario. Tuve yo una novia que, cuando estábamos en la playa, escondía los suyos en la arena para que yo no los viera. Imagino que porque quería que me fijase en otras partes de su cuerpo. Dio igual, porque aquello no cuajó.
Es verdad que hay lugares de nuestra anatomía a los que prestamos poca atención: los pies y el ombligo, por ejemplo. En realidad el ombligo es humanísimo: tiene una apariencia frágil y, a diferencia de los pies, sufridos proletarios, resulta completamente inútil. Su existencia es casi filosófica: nos recuerda de dónde venimos, igual que nuestro rostro nos dice, tarde o temprano, a donde vamos. Cuando nos miramos el ombligo, tendemos a inclinarnos sobre nosotros mismos, nos envolvemos en un movimiento que sólo tiene como final nuestro cuerpo. De alguna forma, es el lugar del yo. A los vanidosos, el ombligo los representa simbólicamente muy bien con su dibujito en espiral recogido en torno a sí mismo. Por eso, pensando en estas cosas, una vez escribí un microrrelato que volvía al tema umbilical:

Un hombre se mira el ombligo y éste le responde con la boca abierta: ¿y tú qué miras?

8 comentarios:

  1. Llamo a la puerta de tu estupendo blog, al que llego por el de amigos comunes.

    Esto del ombligo tiene su miga, hay una una divertida polémica pseudo teológica sobre si Adán lo tenía o no. En los retratos de Durero y de Miguel Ángel aparece con ombligo, pero por ejemplo Sir Thomas Browne habla de él como the man without a navel.

    Dios te guarde.

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  2. Dice Lec: "Cuántos hay que, a cambio de poder volver a mirase el ombligo, consienten en agachar la cabeza".
    Tremendo, ¿eh?

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  3. Pues yo cuando me miro el ombligo, con esa inclinación o recogimiento del cuerpo necesaria de la que hablas, veo cómo se forman unos michelines que me borran cualquier sentimiento de vanidad.

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  4. Em10, buenísimo comentario. Un aforismo que vale su, ejem, peso en oro.

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  5. Gracias, Dal, muchas gracias por la información: la teoría bizantina sobre el ombligo de Adán y Eva la creía original de Miguel d'Ors, pero, bueno...
    Em 10: Lo de los michelines también lo experimenté yo ayer al examinarme el ombligo: no entiendo cómo este ejercicio no lo recomiendan más los tratadistas espirituales.
    Y gracias, Enrique, por la cita tan oportuna.

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  6. Capítulo aparte se merecen los tipos de ombligos. El mío, profundo y rodeado de un único michelín (cuesta unificarlos todos), es un misterio para mi hijo, que anda siempre que puede intentando meter el dedito. Lo malo es que me hace muchas cosquillas y nunca me dejo. Así que, además de las complicaciones geográficas para llegar a él, yo mismo prohíbo la entrada. El mío era privado hasta que he escrito todo esto.

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  7. Ponte a escribir, Mauricio, que el final de tu comentario es digno de un microcuento...

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  8. Mauricio, ten cuidado a ver si vamos a tener que descorchar un día a tu hijo

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