martes, 30 de junio de 2009

Jardín de infancia

Cuidar de un niño puede ser relativamente fácil si se ejercen una serie de medidas prácticas, además de dos virtudes fundamentales como son la paciencia y el cariño. En primer lugar el niño ha de ser plantado en buena tierra. En los primeros tiempos, la semilla es muy pequeña y necesita de nuestra atención constante para brotar y crecer. Si la tierra es ácida, puede sobrevivir, pero sólo si el niño es de una pasta especial y recibe los nutrientes que necesita.

Luego está la cuestión del riego y el abono: Nunca debe dársele demasiado. La regla de oro es siempre pasarse de menos que de más. Un niño que reciba demasiada agua, se encharca y se pudre. Y lo mismo que hay que vigilar la alimentación, se puede decir del descanso. Para las frías noches de invierno prepararemos para él un buen acolchado a base de cortezas de pino a fin de proteger sus raíces, no se le vayan a helar.

Conforme vaya creciendo requerirá seguramente un tutorado para que no se tuerza. Y, desde luego, si hace falta cortar algo de él que no nos gusta, cortaremos. Una poda a tiempo, sobre todo en invierno, es menos traumática y nos ahorrará muchos problemas de malos crecimientos en el futuro.

Seguramente llegará el día en que nuestro niño empiece a dar sus frutos. Es hora de que vayamos dejándolo que madure tranquilo, aunque no dejemos de contemplarlo todos los días y nos interesemos siempre por su salud. En fin, si se siguen estos consejos, que no son tantos como se ve, y se aplica la paciencia y el cariño, podremos disfrutar de un niño sano y robusto muchos años en nuestro jardín.

2 comentarios:

  1. Muy cierto. Lo malo es cuando se pone el riego automático. Y cuando no se quitan las malas hierbas. Ni se les habla.

    Y digo yo, si no te interesan ¿para qué tienes plantas?

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  2. De Uno que planta a una que escribe: me encanta la jardinería y, desde luego, estoy de acuerdo en que las plantas crecen mejor cuando se les habla.

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