El lector del libro es tu amigo invisible. Ha reconocido tu nombre en la estantería y, tras hojear las páginas, se ha llevado tus palabras a su casa. Una vez vi a un desconocido leyendo un libro mío en el metro de Madrid. Me contuve para no darle un abrazo.
jueves, 29 de abril de 2010
Intimidad del libro
El lector del libro es tu amigo invisible. Ha reconocido tu nombre en la estantería y, tras hojear las páginas, se ha llevado tus palabras a su casa. Una vez vi a un desconocido leyendo un libro mío en el metro de Madrid. Me contuve para no darle un abrazo.
Fidelidad y fanatismo
Fidelidad: como leer un buen libro toda la vida. Nunca se repite, siempre se renueva.
viernes, 23 de abril de 2010
Cultura y vanidad
Y todo esto me recuerda (quizá, ejem, con vanidad por mi parte) lo que he leído en el estupendo libro de Rosa Sala Rose, El misterioso caso alemán. Un intento de comprender Alemania a través de sus letras:
"En nuestro mundo actual, la adquisición de conocimientos inútiles tiene una importancia notable (por mucho que éstos tiendan a coincidir cada vez más con los que se adquieren con poco o nulo esfuerzo y que proporcionan una satisfacción inmediata, como los vinculados a la crónica rosa, al esoterismo o al mundo deportivo). Ser sorprendido en público ignorando la autoría de Hamlet generaría de inmediato una incómoda sensación de embarazo, por mucho que se trate de una obra que no se haya visto ni leído nunca ni se tenga la menor intención de hacerlo. De una forma que resulta cada vez más sorprendente, dado el creciente decrédito de los conocimientos humanísticos, ser calificado de inculto es todavía algo que, con pocas excepciones, sigue incomodando en todos los estratos sociales, lo cual parece un síntoma de una sociedad extrañamente esquizofrénica: la gente valora cada vez más obsesivamente la adquisición de conocimientos prácticos destinados al ejercicio de una profesión lucrativa y, sin embargo, sigue habiendo un peculiar consenso social en que la cultura es algo positivo y deseable".
martes, 20 de abril de 2010
Desprecios
-Pero, cómo vas a ir a dar clase en Alemania sin saber alemán...
Y otros recurrían al idioma comodín:
-Ah, bueno, las darás en inglés, claro.
En realidad, cuando he tenido que viajar al extranjero por motivos profesionales, mi obligación era hablar en castellano y jamás tuve problemas con mis colegas o con los alumnos, más bien todo lo contrario. Qué paradoja: en Milán tuve más de trescientos estudiantes de primer curso en la universidad católica, y en Zagreb, unos cuarenta. Ahora estas cifras ya no se dan en ninguna facultad de filología de nuestro país, quizá porque es el único lugar del mundo donde podemos permitirnos la comodidad de despreciar nuestro idioma.
viernes, 16 de abril de 2010
Conversaciones
Si mi amigo, que tiene sobrada experiencia y prestigio, dice eso, qué será del resto de los mortales. Para consolarme pienso que lo que importa es acordarse de aquello que decía un personaje al final del extraordinario cuento de Isak Dinesen, El festín de Babbette: "Es terrible e insoportable para un artista ser alentado, aplaudido para hacer una cosa lo mejor posible, por segunda vez. A través del mundo se propaga un grito largo que brota del corazón del artista: ¡dejad que lo haga lo mejor que me sea posible". Escribir sin pensar en lo que digan o lo que hagan con lo tuyo. Y lo demás son monsergas.
martes, 13 de abril de 2010
La mirada de Piero

lunes, 12 de abril de 2010
¡Celos!
(Cuento gamberro para el lunes por la mañana)
Al principio soñaba con ir al Cielo, lo que le llevó, en plena adolescencia, a practicar un intenso celo misionero entre sus amigos. Pero luego su fe se entibió y abandonó el estado célibe. Se hizo novio de una muchacha celíaca y ojos de gacela, pero era un hombre celoso y la vida le tendió una celada. Ella se fue con un tipo que tocaba el violoncelo. Cuando los infieles celebraban celosamente sus amores, él los descubrió celado detrás del armario. A ella le puso un celo en la boca para que no gritara y al celista le dio golpes hasta en el cielo de la boca. Vino la policía y lo encarcelaron. Su pena se aceleró debido al buen comportamiento y, al salir de la celda, encontró trabajo de celador de fincas. Por las noches devoraba con la mirada a cada mujer que pasaba aceleradamente junto a su parcela. Pero su vida no cambió: su antiguo amor recelaba y acabó solo y reprimido, viviendo en perpetuo celo.
viernes, 9 de abril de 2010
Utilidades de la historia

jueves, 8 de abril de 2010
El contador de historias
