domingo, 6 de junio de 2010

San Lamberto en Münster


Por un momento a lo mejor parece Oviedo, pero es la torre de San Lamberto, en Münster. Me contaron que todos los días menos el martes, a ciertas horas de la noche, se escucha el sonido de un cuerno de caza desde el campanario. No es un fantasma; es el campanero que tiene el encargo de seguir una tradición secular.
A simple vista es una torre elegante pero sin mayor personalidad, como sucede con tantas otras neogóticas como ella, terminadas primorosamente cuando se puso de moda aquel estilo en el siglo XIX. Sin embargo, a lo alto pueden divisarse tres jaulas. En 1534 los protestantes habían tomado Münster y la convirtieron en un laboratorio social y religioso, que incluyó la quema de todos los libros menos la Biblia, la abolición de la moneda, la mancomunidad de bienes, el bautismo de adultos y la poligamia obligatoria. Si no te casabas con varias señoras, te decapitaban. Para dar ejemplo, uno de sus líderes le cortó la cabeza personalmente a una de sus dieciséis concubinas. Cuando las fuerzas católicas reconquistaron la ciudad, también cortaron por lo sano: torturaron y mataron los cabecillas y dejaron sus cadáveres expuestos en las jaulas como aviso. Hoy continúan allá arriba (un detalle: sin los cuerpos), con otra finalidad: la de advertir de lo que nunca más debe suceder.
Más abajo, en el pórtico de entrada, si uno se fija bien, comprueba que uno de los apóstoles tiene una cara muy moderna. Es Goethe que hace las veces de san Lucas, o, lo que es lo mismo, una muestra más de la mitificación a la que se llegó en Alemania con la figura del autor de Fausto. Algún intelectual español que pasó por aquí se entusiasmó con la idea y proclamó que eso mismo teníamos que hacer en nuestro país con Cervantes y Lope de Vega, sin darse cuenta de que eso es confundir la patria con Dios, una identificación a la que unos y otros, alemanes y españoles, nos hemos entregado con excesivo entusiasmo.
En torno a la iglesia, hay, por último, otra historia que no se suele contar, pero que me parece interesante. En plena segunda guerra mundial, el arzobispo Clemens August Graf von Galen predicó allí contra la eutanasia (sí, sí, los nazis estaban a favor de la eutanasia) y el genocidio judío. Se jugó el pellejo, pero Hitler no le tocó un pelo, por temor a la reacción de los católicos alemanes, entre los que era muy popular. Clemens August fue beatificado por el papa Juan Pablo II.

5 comentarios:

  1. Da la sensación que con la Reforma y la Contrareforma todos se peleaban entre sí, aunque sin saberse muy bien por qué. Supongo que como siempre se trataba de alcanzar el poder, pero estas peleas-guerras me llaman la atención porque hoy seguimos separados de los protestantes cuando nos unen más cosas de las que nos separan.

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  2. Yo veo a Zapatero en el pórtico de la Gloria y me da algo!! O a Rajoy, es lo mismo, confundir el tocino con la velocidad.

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  3. No es una sensación, Mauricio. En aquella época se mataban realmente. No obstante, mi sensación hoy es que seguimos separados, pero no es tanto, me parece, lo que nos une a los católicos con los protestantes. Obviamente compartimos la misma fe en Cristo, pero sólo en teoría. El protestantismo está muy fragmentado, también en Alemania, y muchos, por ejemplo, niegan la divinidad de Jesús o su Resurrección. Así no es muy fácil coincidir (más aún, en cierta forma, esos protestantes están, paradójicamente, más cerca del Islam en esos puntos). Con quienes sí están los católicos muy cerca y sí tienen claramente muchos más puntos de contacto que diferencias es con los ortodoxos.

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  4. A Z no creo, María, que lo veas mucho por allá. Le ha cogido tirria a las iglesias, y más aún a la de Santiago.

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  5. La imagen de Zetape en el Pórtico de la Gloria me ha perseguido todo el día... Qué yuyo!

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