miércoles, 2 de junio de 2010

Fascismos soterrados

Hace tiempo, en mi época de estudiante, conocí a un sujeto que admitía, sonriente, que nunca podría hacerse novio de una muchacha nativa de ciertos países, porque él tenía un "sentido estético muy elevado" (sic).
Hoy en día tendemos a pensar que el fascismo o el nazismo han desaparecido para siempre. Los radicales de izquierda, que sólo farfullan su exabrupto favorito ("fascista, fascista!!") para descalificar a todo el que se mueva, nos han hecho creer que los fascistas, como los fantasmas, no existen. Pero el monstruo sigue vivo y no me refiero sólo a las bandas de macarras neonazis. Cuando recuerdo la sobrevaloración que hacía aquel individuo de su particular canon de belleza, empiezo a creer que el fascismo explota un sustrato muy desagradable e intemporal del ser humano: el deseo de exclusión del otro que no es como yo, sobre todo que no es tan bello como yo y los que son como yo. Dicho de otra forma, se trata de halagar un instinto negativo, algo que se ha hecho siempre, pero que en un determinado momento cobró forma política, igual, por cierto, que el comunismo y su halago de la mediocridad igualitaria.
Lo que llamamos fascismo nace -me parece- de una forma peculiar de entender la belleza humana, que lleva a condenar a aquellos que no se ajuste a ciertas normas previstas por no se sabe qué autoridades en la materia. En la cultísima Alemania, cuna de tantas ideas modernas, un oscuro pastor protestante llamado Johann Kaspar Lavater escribió unos Fragmentos fisiognómicos (1775-1778) en donde defendía que toda alma hermosa está contenido un cuerpo bello. Para defender sus tesis, nuestro hombre llegó a inventar un aparato, el frontómetro, en donde se podía medir la frente, una de las partes más reveladoras de la belleza física y moral del individuo (según él, claro). En aquella época se empezó a poner de moda el culto al canon "griego" de belleza y de ahí que se popularizaran ciertos esquemas estéticos (la nariz fina y recta, el cabello rubio, etc.) que acabaron, siglo y medio después, por inspirar a Hitler y sus secuaces.
Hoy en día seguimos identificando ciertas reglas físicas con otro tipo de excelencias , aunque en lugar de las narices o la frente, sinónimos de belleza o de inteligencia platónicas, la gente se obsesiona por otras partes del cuerpo que nos remiten al sexo. Ciertamente no es un fascismo organizado a la manera nazi y, por eso, no es violento. Pero también se cobra sus víctimas en forma de aislamiento y depresiones. Las siluetas de los anoréxicos recuerdan demasiado a las de los prisioneros de Auschwitz. ¿Qué otra cosa es la sobrevaloración del físico encorsetado en unas medidas arbitrarias, el delirio de las cirugías estéticas, los concursos de misses y místeres tontainas, los programas televisivos dedicados en exclusiva al pase de modelos? Fascismo y más fascismo que aprobaría, sin dudarlo, mi amigo el sonriente.

16 comentarios:

  1. Hola, Javier. ¿Por qué vincular esto con la política, con el fascismo, con el comunismo, con la Democracia Cristiana o el regionalismo aragonés? El afán de que los demás sean como nosotros no es política, sale de nuestro ser más profundo, de nuestro miedo, de sentirnos atacados en nuestras certezas. Esto es así. En ciertos momentos históricos ese miedo particular, de cada uno, se junta con el miedo de los vecinos, el miedo particular se vuelve colectivo y da lugar al fascismo, al comunismo, al PNV, al PP o a la socialdemocracia sueca, muy bien. Pero el camino es de abajo a arriba, no al revés, el miedo sale de cada uno, la necesidad de que los demás sean como es uno sale de uno mismo, no al revés.

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  2. Interesantísima reflexión, Javier.
    En Ensayos sobre la propaganda fascista, T. W. Adorno hace un análisis de varios de los elementos que mencionás. Después, es sus textos estéticos, vuelve a esas claves para criticar el canon de belleza. El paralelo que hacés entre la anorexia y los cuerpos de los campos de concentración sería una imagen por demás significativa para la teoría crítica de ese momento.
    Un abrazo,
    Melusina

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  3. Estoy de acuerdo contigo en que antes que la política están otras tendencias individuales, ,en este caso el deseo de que los demás sean como uno (o cualquier otra pulsión). La opción política (el nazismo, por ejemplo) es una manifestación histórica de lo que llamo "un sustrato muy desagradable e intemporal del ser humano". Ahora bien, cuando escribí la entrada, quería llamar la atención sobre una serie de hechos que hoy día los medios de comunicación nos presentan alegremente como si fueran inofensivos y que, en realidad, tienen consecuencias nefastas. de ahí mi comparación con el fascismo. Alguien dirá que, bueno, no hay que exagerar, pero pienso que al pastor protestante que se le ocurrió lo del frontómetro jamás pudo imaginar que él, y otros como él, iban a cooperar en la creación de una mentalidad tan nefasta siglo y medio después.

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  4. Melusina: no he leído a Adorno, pero sí recuerdo que Walter Benjamin, en algún lado, dice que el fascismo es un problema estético. De ahí me vino la idea. Gracias por tu apunte: a ver si miro lo de Adorno.

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  5. Muy buena reflexión.

    (Ahora somos hitlers políticamente correctos, o no somos agresivos sino que nos guiamos por la oferta y la demanda, etc., etc.)

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  6. Y yo llevo una estrella de David pintada en mi espalda porque peso más de 120 kilos. Política y sobrepeso, vaya mezcla explosiva.

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  7. Juan Ignacio: lo políticamente correcto es la manera posmoderna de excluir a todo el que piensa distinto del relativismo dominante... fascismo relativista, diríamos.

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  8. Mauricio: será una mezcla explosiva, pero mientras no explotes, no pasa nada.

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  9. Cuántos enemigos sonrientes hay en esta sociedad fascista en la que vivimos. Políticamente correcto, diría yo.
    Muy buena reflexión Javier. La voy a utilizar, con tu permiso, como ejemplo para explicarle a mi hijastra ciertos conceptos que no le quedan claros sobre esta sociedad y sus cánones de belleza.

    Un abrazo

    David

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  10. Tienes todo mi permiso, David, pero con cuidado, no se enfade. Un abrazo.

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  11. Muy buen post, Javier. Con un tema interesante y complejo. Por cierto ¿sabes de alguien que venda o comercialize frontómetros? Me interesaría hacerme con uno. Ja, ja. Para medirme la maldita frente.
    El aprecio por la belleza (una cierta belleza) sin embargo es inevitable. Los niños guapos son mejor tratados por enfermeras/os y cuidadores en las unidades de recién nacidos de los hospitales. Es un hecho comprobado. Y los cachorros de todas las especies de mamíferos tienen rasgos físicos y faciales que suscitan el aprecio de los adultos (y los guapos más). ¿A qué países se refería tu "amigo"? Porque todo el mundo tiene sus debilidades. A mi particularmente me parece que los hombres más guapos son ciertos negros y las mujeres más guapas ciertas orientales, pero ¿qué pensaba él? Xuan Bello, un escritor asturiano dice en algún sitio que la belleza no es, sino que simplemente... sucede. (!)

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  12. Por cierto, estimado Javier, he cambiado la dirección de mi blog
    http://unaidayunavuelta.wordpress.com/
    Un abrazo!

    Melusina

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  13. Imposible no estar de acuerdo contigo, Víctor. Y la frase de Xuan Bello, extraordinaria. Tendré que utilizarla en alguna entrada.

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  14. Gracias, Melusina. Ya pasé por allá y lo suscribo al cien por cien.

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  15. Qué bueno que hayas pasado! Te cuento que las entradas que figuran bajo la etiqueta de Intromisiones son autoría de mi marido. La idea es ir intercalando escritos de los dos. Te esperamos!
    Un abrazo,

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  16. Ah, pues en la próxima comento sabiendo a quién me dirijo! Abrazos.

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