Este objeto que aquí vemos tuvo gran importancia como difusor de información hasta las primeras décadas del siglo XXI. A pesar de las apariencias, su manejo resultaba bastante fácil y cómodo, pues su modo de acceso era el siguiente: tomando cada uno de los dos lados, algo más gruesos que el centro del objeto según se puede observar, se tiraba desde el centro hacia los extremos, de forma que se abría el interior, formado por papeles también llamados páginas. Cada una de ellas mostraba una serie de signos que el usuario podía descifrar a su gusto. Sabemos que llegó a haber alguno tan diestro en este curioso tipo de entretenimiento que llegaba a servirse de él hasta cuatro o cinco horas sin parar. No conviene, por tanto, ignorar la trascendencia de tan interesante invención. Aunque en sus últimos tiempos de vida muchos clientes potenciales desecharon su práctica por fatigosa e ineficaz, durante el período de esplendor de este objeto, es decir, más o menos entre los siglos XV y XX, llegó a ser muy valorado. De hecho, a veces se regalaba con motivo de cumpleaños o fiestas de cierta importancia.
Espero que NUNCA se haga realidad tu post. No habías dicho que introducirías microrrelatos de terror...
ResponderEliminarMenos mal que lo has publicado ahora, porque dentro de poco en vez de ficción será una crónica en la sección de cultura de un periódico (bueno, de lo que sustituya al periódico).
ResponderEliminarBueno, María y José Miguel, a mí tampoco me gustaría que sucediera lo que acabo de escribir. Pero lo más grave, al margen del amor que sintamos por el libro como objeto, que a lo mejor puede relativizarse sanamente como todo amor particular, está un hecho más grave: la sustitución del libro por la pantalla, si llegase a suceder,puede que lleve consigo una disminución de la capacidad de retención de un discurso más o menos extenso. Es decir, que igual que en el siglo XVI los cultos leían larguísimos poemas épicos que hoy nos resultan soporíferos, a lo mejor dentro de unos siglos ocurre lo mismo con textos como Anna Karenina o el Quijote. Qué terrible, ¿no?
ResponderEliminarHipótesis
ResponderEliminarQuizás el libro en papel algún día pase, pero aún no conocemos su sustituto. O sea, el papel no será reemplazado por cosas que hoy conozcamos.
La tecnología de hoy es efimera. Impulsadas siempre por afanes comerciales pasamos ya por muchas tecnologías distintas que al tiempo quedaron sin uso al ser reemplazadas por otras. Así, dentro de un tiempo, hasta lo digital sera demodé. Así caerán con estrépito los libros digitales y tanta otra cosa.
Quizás el libro en papel algún día pase, pero aún no conocemos su sustituto.
¿En qué museo has visto el cacharro ése?
ResponderEliminarTu hipótesis, Juan Ignacio, me tranquiliza algo, porque conozco tu formación científica. Pero me pergunto si este descubrimiento del mundo digital (que sin duda estará demodé, como toda novedad llega a estarlo en el curso de la historia), no será también una revolución muy profunda, como lo fue la del descubrimiento de la imprenta, por ejemplo.
ResponderEliminarMauricio, ahora que lo pienso, no me acuerdo bien, porque últimamente no he visto muchos cacharros como el que dices.
ResponderEliminarNo sé si será una revolución muy profunda. La revolución de la tecnología que vemos nosotros no parece ser profunda (pero chi lo sa). Parece ser así: el consumo exige la novedad. La novedad es una tecnologia nueva que muchas veces es incompatible con la anterior. Ya adaptaste tus filmes V8 a videocassete y luego a DVD y luego a Bluray y luego a... Ya pasaste tus discos de pasta a vinilo y luego a cassette y luego a CD y luego a... y no siempre se puede, ni es fácil, ni lo hace uno. Mientras que tu libro de 1930 sigue legible sin problemas y al alcance de tu mano cuando quieras.
ResponderEliminarPor desgracia a mí siempre me regalan esos artefactos...
ResponderEliminarA mi no me gusta tu trabajo,escribir libros...
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