jueves, 4 de febrero de 2010

Crecer

¡Cómo disfrutaba la abuelita paseando a su nieto por el parque! Durante más de ¿tres?, ¿cuatro?, ¿cinco? años -el tiempo era lo de menos- repetía todas las tardes esa rutina que al final se había convertido en la razón de su vida. Lo único malo era bajar las escaleras de casa: ella sola no podía y tenía que aguardar a que apareciese un vecino dispuesto a echar una mano. Aquel día ya desesperaba de encontrar ayuda, cuando vio cómo el niño salía del carrito, lo agarraba por las ruedas delanteras, ayudaba a bajarlo y volvía a meterse dentro para disfrutar del paseo. 
La madre se encontraría con ellos a las ocho de la tarde, como todos los días.

1 comentario:

  1. Se te ha olvidado decir que el niño se afeitó antes de salir de casa...

    ResponderEliminar