jueves, 25 de febrero de 2010

La literatura en peligro



Leo esto en La literatura en peligro de Tzvetan Todorov:

Estamos asesinando la literatura, no porque en las escuelas se estudien también textos no literarios, sino porque convertimos las obras en simples ilustraciones de una visión formalista, o nihilista o solipsista de la literatura (...) Si el objeto de la literatura es la propia condición humana, el que la lee y la entiende se convertirá no en un especialista en análisis literario, sino en alguien que conoce al ser humano. ¿Qué mejor introducción a la comprensión de las conductas y pasiones humanas que sumergirse en la obra de los grandes escritores que se dedican a esa tarea desde hace miles de años? Y además, ¿puede haber mejor preparación para todas las profesiones que se dedican a las relaciones humanas? Si entendemos así la literatura y si orientamos así la enseñanza, ¿podría encontrarse ayuda más valiosa el futuro estudiante de derecho, el futuro trabajador social o psicoterapeuta, el historiador o el sociólogo? No es una enseñanza excepcional el hecho de tener como profesores a Shakespeare y Sófocles, a Dostoievsky y a Proust?

Todo esto está muy bien y el autor tiene más razón que un santo laico. Entender a fondo la literatura, ciertísimo, es algo más que contar las sílabas de un verso o conocer la diferencia entre una égloga y una elegía.
Pero me temo que el problema hoy es diferente. Basta echarle un repaso a otro libro que cae en mis manos: La educación vial a través de la literatura, Madrid, Ministerio de educación, 2002. Según sus autores, la literatura forma en valores y, de ahí, que sea necesaria una enseñanza que forme mejores ciudadanos a través de ella. El resultado final es una caricatura de las palabras de Todorov.
Para empezar, se propone una serie de textos a los que se asocia un problema relacionado con el tráfico: el uso del alcohol y las drogas, los peligros de la velocidad, el auxilio del accidentado, etc. Luego se sugieren actividades de educación vial, cívica y literaria (así, como pidiendo perdón se la deja a la literatura en tercer lugar). La selección se ha hecho con autores de primerísima línea de la literatura mundial: Jaime Bayly (sic), Elvira Lindo, Daniel Múgica (sí, el hijo de Enrique), Arturo Pérez Reverte, Lorenzo Silva, Goscinny y Sempé (aquí no distinguen al escritor del dibujante), Daniel Sueiro, José Ángel Mañas, etc. Menos mal que hay un cuento de Carver y otro de Cortázar... La autopista del sur que, según los autores, nos enseña a comportarnos durante un atasco. Cómo se reiría Cortázar si supiera lo que algunos hacen con su relato.
La literatura no se construye con buenos sentimientos, decía Gide. Este libro sobre la educación vial, fruto de algún pedagogo taxista, se ha hecho con bellísimas intenciones, con la saludable idea de que nuestros adolescentes no se maten con el coche o la moto cuando vuelvan de juerga los fines de semana. Ahora bien, el problema no está en la influencia concreta de este engendro, sino en la idea que subyace en él y que viene a sintetizarse en algo así como: "Vale, ya que la literatura no sirve para nada y hay que darla en la escuela por narices, por lo menos vamos a darle alguna utilidad social". El peligro, el verdadero peligro para la enseñanza de la literatura, reside, en definitiva, en su domesticación para convertirla, como tantos otros ámbitos de nuestra cultura, en un recetario de buenos consejos escrito en un lenguaje políticamente correcto.

5 comentarios:

  1. Bravo por Todorov; y muy bien matizado por Navascués.

    ResponderEliminar
  2. Yo veo que el problema es que a cualquier escrito se le llama literatura. Todorov cita a cuatro autores que bucean a fondo en el hombre, y hay un puñado más, pero... ¿quién lee hoy día a los clásicos de verdad, no por obligación? ¿Cuántos libros se publican al año? ¿Cuántos contienen literatura? Una cosa es leer y otra consumir libros.

    Excelente entrada. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Y los que elaboramos libros de texto, no veas cómo sufrimos esta cuestión e incluso otra peor: la censura que nos impide utilizar determinados textos porque, a pesar de ser excelentes piezas literarias, no son políticamente correctos. Una barbaridad.
    A mis alumnos de didáctica les intento convencer de que el primer motivo para seleccionar un texto debe ser siempre su calidad literaria o lingüística. Si además toca algún "eje transversal", miel sobre hojuelas. Pero lo primero debería ser lo primero.
    Un abrazo, Javier.

    ResponderEliminar
  4. ¡Qué buena observación, Javier! Pasa con la literatura y con otras materias. Encima cuando uno "protesta" piensan que uno está desvalorizando lo otro (la educación vial, en este caso).

    ResponderEliminar
  5. Gracias a todos por vuestros comentarios, sobre todo después, en mi caso, de una semana de sequía por culpa de la acumulación de trabajo.Y no puedo decir si no que estoy completamente de acuerdo con cada uno.Un poco espantado, si he de decir la verdad, con lo que cuenta Juan Antonio. Es terrible la corrección política. También está, por cierto, la opción de manipular los clásicos a nuestra conveniencia. El otro día tuve que escuchar que La Celestina era un libro que favorecía la igualdad entre los sexos, que tiene narices la machada.

    ResponderEliminar