martes, 6 de septiembre de 2011

Aldana, qué gran poeta

En una ocasión pedí a mis alumnos de un taller de poesía que, para el día siguiente, trajeran su poema favorito a clase y que, tras leerlo, explicaran por qué lo habían elegido. Yo mismo me apliqué a la tarea a sabiendas de que lo que pedía era una simplificación. Después de titubear, pensarlo bastante y descartar unos cuantos, tal vez con injusticia me quedé con uno.  No era de un contemporáneo, para mi propia sorpresa, sino de un poeta del Siglo de Oro, de los mal llamados menores: Francisco de Aldana. Cuando leí de joven su soneto "En fin, en fin, tras tanto andar muriendo", me conmovió y creo que hasta me ha servido después para la vida. Aldana sabe que la felicidad está dentro y no fuera, pero no lo dice como en un manual de autoayuda. Lo dice con una mezcla de espontaneidad y nobleza, de desengaño y esperanza. Lo dice así:

En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto varïar vida y destino,
tras tanto de uno en otro desatino,
pensar todo apretar nada cogiendo,

tras tanto acá y allá yendo y viniendo,
cual sin aliento inútil peregrino
-¡oh, Dios!-, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo...,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se esconde,
pues es la paga de él muerte y olvido,

y en un rincón vivir con la victoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de los servido.


Aldana es autor de otros poemas admirables, como un profundo soneto erótico ("¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando/ en la lucha de amor juntos, trabados,/ con lenguas, brazos y pies encadenados, etc., el resto del poema, aquí), una maravillosa epístola a su amigo Arias Montano (aquí), o esos versos en donde aspira a un Cielo personal ("iríame por el cielo en compañía/ del alma de algún caro y dulce amigo,/ con quien hice común acá mi suerte./ ¡Qué gran montón de cosas le diría,/ cuáles y cuántas, sin temer castigo/ de fortuna, de amor, de tiempo y muerte!"). Fue espía y soldado, amó en las cortes de Italia y anduvo en los Tercios de Flandes. Se relacionó con intelectuales erasmistas y, al final de su corta vida, era un hombre hondamente religioso (y todavía un poco más sobre él, aquí). Murió luchando contra los musulmanes, mientras acompañaba al rey don Sebastián en su disparatada aventura de Alcazarquivir. Muchos poemas suyos se han perdido, pues los llevaba cosidos a la camisa cuando se lanzó al combate. Qué gran película se podría hacer con Francisco de Aldana.

4 comentarios:

  1. Saludos desde Flandes, Javier. No suelo mandarte comentarios a no ser que tenga algo que aportar, pero hoy haré une excepción porque como ya sabes a mí también me gusta Aldana. En otros artistas una obra sublime queda rebajada por una personalidad deplorable; en Aldana no sabes qué admirar más.

    Encantado de volver a leerte. Un fuerte abrazo desde estas lejanas y lluviosas tierras.

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  2. Aldana es mucho Aldana. Y como es usted un subcomodoro flamenco le copio este otro soneto que seguramente escribió el capitán Aldana por donde está usted, más o menos: en los sitios de Haarlem, Alkmaar, Leiden, o alguno parecido:

    Otro aquí no se ve que, frente a frente,
    animoso escuadrón moverse guerra,
    sangriento humor teñir la verde tierra
    y, tras honroso fin, correr la gente;

    éste es el dulce son que acá se siente:
    "¡España, Santiago, cierra, cierra!",
    y por süave olor, que el aire aterra,
    humo de azufre dar con llama ardiente;

    el gusto envuelto va tras corrompida
    agua y el tacto sólo palpa y halla
    duro trofeo de acero ensangrentado,

    hueso en astilla, en él carne molida,
    despedazado arnés, rasgada malla...:
    ¡oh, sólo de hombres digno y noble estado!"

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  3. Perdone la curiosidad, pero no puedo resistirme: ¿recuerda Ud. algún poema de los que presentaron sus alumnos como favorito, alguno que le llamara la atención, alguno digno de reseñar? De nuevo, disculpe la curiosidad, pero me parecería interesante saber, conociendo su propia elección (Aldana), qué eligieron (algunos de) sus alumnos...

    Gracias.

    María

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  4. Pues no me acuerdo casi de nada, María. Creo que alguien eligió algo de Neruda, otro algo de Cernuda...pero no recuerdo bien. Lo siento.

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