martes, 13 de septiembre de 2011

Humanista, más que humanista

Cuando fui a visitar a aquel amigo, me recibió en su despacho oficial. Se le veía (o yo me lo imaginaba) levemente incómodo en ese cargo burocrático, a él, que sobre todo era un poeta exquisito. No llevábamos diez minutos charlando cuando, de pronto, sonó el teléfono. Por el modo con que le cambió la cara, entendí que era una llamada desagradable. Él me hizo un gesto para que me quedara, así que, mientras hablaba, me levanté y me dí un paseo por el despacho en busca de libros o de alguna revista con los que hacerme el distraído. Pero me llegaba el tono de la conversación, cada más duro: "No puede ser, no, no es posible, lo siento, pero no...", decía mi amigo. Al final colgó y dio un suspiro.
-Fíjate, me dijo, que es un documentalista que pretende que le pongamos un corto en el instituto en que sale la violación de una niña de diez años. Todo esto rodado con unos planos feísimos, una estética cutre, una música infumable y qué sé yo... Esta furioso porque me he negado, bajo mi responsabilidad, y me ha dicho que en otros institutos Cervantes se ha puesto sin ningún problema... Pero ¿sabes lo más gracioso de todo? Que, en vez de llamarme fascista o represor o algo así, me ha dicho que soy el típico ejemplo de una cultura atrasada, dominante y... humanista ¡humanista! Para mí es un elogio, claro.
Muchas veces he vuelto a esta anécdota para pensar en lo bajo que estamos cayendo. Cuando un elogio se convierte en insulto, todo lo que huele a ese apelativo ya está fulminado de excomunión. Si en ciertos ambientes presuntamente intelectuales, el calificativo humanista es rechazado es que para ellos toda nuestra civilización occidental se desmorona alegremente.
En estos días voy leyendo un libro sobre recuerdos de personas que vivieron la Primera Guerra Mundial. En uno de los testimonios, el marinero alemán Richard Strumpf, un hombre harto de la vida brutal en el barco, llega al puerto de Kiel. Allí asiste a la ópera Lohengrin de Wagner. Y anota en su diario:
"Es una lástima que no pueda ir a más eventos como este. Hacen que te sientas como un ser humano y no como un simple e ignorado animal de carga".
Eso es el humanismo que tantos frívolos detestan: todo aquello que te hace sentirte orgulloso de pertenecer a la estirpe de los humanos. Y mi amigo, por supuesto, es un humanista.

1 comentario:

  1. Nunca escuché un uso así peyorativo de la palabra humanista. Pero claro, en Europa están a la avanzada, ¡Dios mío lo que nos falta pasar todavía!

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