Hace unos cuantos años me encontraba yo paseando con Miguel d'Ors por el centro de Pontevedra en compañía de mis dos hijos mayores, entonces muy pequeños. Los niños andaban por delante, como solían, correteando por las calles entre carcajadas. Como padre joven e inexperto, estaba yo algo preocupado por las consecuencias de tanta felicidad infantil, pero Miguel me dijo:
-Déjalos, hombre, míralos cómo dan gloria a Dios.
Tanta gloria dieron que chocaron contra una señora que estaba paseando por allí, la muy inoportuna.
Ahora, este domingo nos fuimos todos a dar una vuelta por los alrededores de Mutilva, en medio del campo, todos juntos, Marina, los mayores y los tres pequeños. Sólo había dos bicicletas útiles para tres usuarios, lo que motivó intercambios de puntos de vista cada dos minutos. Pero también hubo tiempo para las carreras, los gritos y las risas: o sea, que los pequeños dieron gloria a Dios, inconscientes como las hierbas del campo y el sol compasivo de octubre. Y sin peligro de que atropellaran a alguna vieja.
-Déjalos, hombre, míralos cómo dan gloria a Dios.
Tanta gloria dieron que chocaron contra una señora que estaba paseando por allí, la muy inoportuna.
Ahora, este domingo nos fuimos todos a dar una vuelta por los alrededores de Mutilva, en medio del campo, todos juntos, Marina, los mayores y los tres pequeños. Sólo había dos bicicletas útiles para tres usuarios, lo que motivó intercambios de puntos de vista cada dos minutos. Pero también hubo tiempo para las carreras, los gritos y las risas: o sea, que los pequeños dieron gloria a Dios, inconscientes como las hierbas del campo y el sol compasivo de octubre. Y sin peligro de que atropellaran a alguna vieja.
Aquella vez fue gloria a Dios en las alturas, y esta vez fue con paz a los hombres (si se me permite y no es irrespetuoso)
ResponderEliminarPaz sobre todo a las señoras paseantes.
ResponderEliminarMe apunto la frase, porque yo soy más de los que les entran ganas de estampar al niño...
ResponderEliminarAsí que, prefiero eso de decir "que dan gloria a Dios", donde va a parar!
La alegría de los niños es tan pura y diáfana que es digna de dar gloria a Dios y a todo humano con que se crucen (aunque a veces peligren en los cruces, jejeje)
ResponderEliminarUn abrazo
Pablo: estoy contigo en lo de estampar al niño; por eso, mejor poner alguna estampita por medio antes de cascar...
ResponderEliminarCierto, ciertísimo, Mery. Pero por eso mismo creo que fue tan bueno el comentario de Miguel d'Ors,porque a veces hay que verlos un poco de lejos para darse cuenta de eso. Si los tienes todo el día a dos milímetros, no reparas en esa alegría, como no reparas en el valor de muchas cosas del día a día. Por eso lo mejor, de vez en cuando y sin pasarse, alejarse un poco, también por si te dan un golpe. Un abrazo.
ResponderEliminarbueno, otra vez escribo, es que es la tercera vez y a la tercera va la vencida. Soy de la generación de la "tele" así que esto no se me da bien, repito, ni siquiera sé si es aquí donde debo poner algo para saludarte. Me muero de risa con mi inutilidad. Me encantan los cuentos y mucho. J me ayudrá ahora a poner el comentario porque yo sola ni idea. bsss a M, y a C,S,N,L,T
ResponderEliminarAyayay!! es la cuenta de J, porque él me está ayudando ya q lo despiojé hace poco...
Me parece que ya te identifico, George o anónimo o lo que sea...
ResponderEliminarGenial apunte, el de la estampita.
ResponderEliminarHabrá que buscar un santo corpulento al estilo del Beato Juan XXIII, para amortiguar, digo
perfecto primo!!! que estoy "muxo" orgullosa de ti y esta página es entretenida, divertida e ilustrativa, "usease" me encanta. Recuerda que me has de dedicar un libro de poemas... chao baklao! besss a M de M jjjjj
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