domingo, 28 de febrero de 2010
Tras el terremoto
sábado, 27 de febrero de 2010
¿Tormenta perfecta?
viernes, 26 de febrero de 2010
Cultura carnavalesca

Hace años leí su magnífica teoría sobre el carnaval y la cultura popular. Para Bajtín las obras de ciertos autores (Rabelais, pero también Dostoievsky o Gógol) representaban manifestaciones de un modo carnavalesco de vivir que anclaba sus raíces en el folclore y la visión del mundo del pueblo en la edad media, una época en la que no existían los tabúes que nos habría impuesto la modernidad ilustrada. Rabelais, por ejemplo, contaba que su gigante Pantagruel decidía beberse toda la cerveza de París para celebrar que había aprobado los exámenes en la universidad de la Sorbona. A continuación daba mal ejemplo a los estudiantes de hoy: se subía a una de las torres de Notre-Dame y meaba larga y abundosamente hasta inundar la capital entre las previsibles quejas de los vecinos. Esto, contra lo que pudiera parecer, no era leído como un episodio de mal gusto, sino como una manifestación de celebración de la vida. Además, Pantagruel no era ningún idiota, porque había demostrado que sabía más que todos los profesores juntos de la Sorbona. Lo que sucedía es que, en aquella época, no se establecían claramente las barreras entre el cuerpo y el espíritu, la materia y el intelecto, lo alto y lo bajo, lo limpio y lo sucio. Todo estaba, por así decirlo, mezclado, igual que en un pórtico románico están apretadas la almas bienaventuradas junto a las condenadas a que un demonio les meta todo tipo de cosas por el ano.
En Rusia, país atrasado en la historia, esta cultura popular siguió manifestándose de otra forma en las novelas de Dostoievsky. Allí no hay espacio para la intimidad: cada personaje cuenta sus ocurrencias delante de todos sin ningún rubor. Las puertas de las casas están abiertas y la gente se asoma para comentar lo que se ve. En la famosa escena, aparentemente íntima, en que Raskolnikov confiesa su crimen a Sonia, hay un agujerito en la pared por donde un personaje bastante cotilla se entera de todo. Igual que en los carnavales y en las fiestas populares, las gentes imaginadas por Dostoievsky viven sin pudor: abren su alma a las primeras de cambio y desnudan sus vergüenzas espirituales.
jueves, 25 de febrero de 2010
La literatura en peligro

jueves, 18 de febrero de 2010
Adoptamos un chino
La víspera el muchacho nos mandó un documento por internet con su foto y algunas informaciones relevantes acerca de su persona. Imprimimos el mensaje y en la cena leí en voz alta toda la cartilla. Mike Sun (así se llamaba el chaval), era hijo único, tenía catorce años y pensaba que su estancia en España sería "unforgettable". Sobre sus creencias añadía que él no era creyente hasta el momento, pero dentro de unos meses recibiría el bautismo. Entre sus aficiones señalaba : "Basketball, Swiming, Maths". En nuestros cinco hijos sólo vi consternación, asombro, incredulidad:
-"¿¿¿Matemáticas???, preguntaron.
Al rato, terminada la comida, recogí del suelo el papel. Algún gracioso había añadido: "Girls?, Shower? Martial Arts?".
-Éste pierde aquí la fe, pensé.
A lo largo de los seis días que duró la experiencia, Mike se adaptó bastante bien. Los chicos se desvivían por ser amables. Jugaba con ellos y devoraba lo que le ponían en la mesa, especialmente el jamón. Sólo una vez le vi ligeramente sobresaltado y fue el día en que Tomás se encontraba comprobando la elasticidad de su cuerpo y la de los muelles de un sillón. Tras veintiocho órdenes desobedecidas para que dejara de brincar, agarré paternalmente por el cogote a Tomás y lo mandé a la cocina donde le esperaban la cena y los deberes. Mi hijo fue caminando como un autómata, como suele en esos casos, y sin chistar. Miré de reojo a Mike y vi el asombro pintado en sus ojos orientales.
Era cortés, pero reservado. Marina intentó sin éxito que le dijera en qué trabajaban sus padres. El último día, por la noche, me confesó que los dos eran vigilantes en la"jail house" de Hong Kong. No sé qué ideas pudo sacar de la disciplina de los occidentales para contársela a sus mayores.
Antes de irse definitivamente, nos obsequió una imagen china de la Virgen, cinco juego de palillos, una chaqueta reversible para las ocasiones y una especie de recortable de la buena suerte. Todavía le debió de parecer poca cosa, porque a mí me regaló un pin con el escudo de Navarra que se encontró por ahí.
miércoles, 17 de febrero de 2010
Purgatorio
Mañana, casi todo el día, será martes. O también miércoles. Es igual. Yo confundo los días. Ayer fue jueves y hoy es lunes. Llevo tanto tiempo encerrado que sólo espero al Domingo para que alguien me saque de aquí.
martes, 16 de febrero de 2010
Novela policial y decepción
viernes, 12 de febrero de 2010
Lapsus poético y político
"Jose Luis Rodríguez Zapatero, presidente de humo de la Unión Europea..."
No puede ser, me dije. Volví a leer:
"José Luis Rodríguez Zapatero, presidente de turno de la Unión Europea..."
Así estaba mejor, es decir, peor. Me gusta más mi lapsus: un presidente de humo es mucho más poético y preciso. A veces vale la pena leer deprisa.
jueves, 11 de febrero de 2010
Yo, me, mí, conmigo
martes, 9 de febrero de 2010
Pregunta
Fue un segundo único. El hombre bajó la cabeza, sus músculos se relajaron y dio un suspiro. Las nubes ocultaron el sol y sopló de repente una brisa húmeda. Por un milagro que tuvo mucho de arte, aquel segundo se movió y empujó a otro, y éste a otro, y aquel a otro, y así sucesivamente: el sonido del primero siguió resonando muchos años después en miles de imágenes: el miedo del cristiano ante los leones, una aldeana con el rosario entre las manos, las Cruzadas con su pista de sangre y sueños, Galileo encerrado en su estudio, los ojos de Miguel Ángel en
Y ahora, tanto tiempo después, me pregunto si ahora, ahora que pulso el teclado para terminar estas líneas , mi mano no se seguirá moviendo a causa de ese segundo infinito.
lunes, 8 de febrero de 2010
Nellie Campobello

Como a las tres de la tarde, por la calle de San Francisco, estábamos en la piedra grande. Al bajar el Callejón de
viernes, 5 de febrero de 2010
Un blog no es un diario íntimo
Aunque suene bastante cotilla, podemos aprender muchas cosas leyendo diarios ajenos. Ya está en marcha un libro, por ejemplo, sobre las intimidades amorosas de los franceses entre 1920 y 1975. Y más cosas, claro está. Por ejemplo, al examinar los modos de escritura y compararlos con los resultados vistos en los blogs de internet, el equipo de Lejeune ha llegado a la conclusión de que el 75 % de los diarios sigue escribiéndose en heroicas libretas, mientras que sólo el 18 % de los diaristas utilizan el ordenador. Sólo un 8 % se animan con los dos medios. El lápiz o el bolígrafo son una prolongación de nuestro cuerpo, que es de donde fluye nuestra intimidad. La pantalla está más lejos.
He sacado, además otras notas de la conferencia. Aquí van:
1- Las mujeres escriben con más frecuencia diarios íntimos, pero son muchos más los hombres que los publican.
2- Hay una gama larguísima de calificativos para calificar a los diarios por parte de sus creadores: desde "Puerto" o "Isla" a "Masturbación " o "Pus". Todo depende del buen gusto y el nivel de autoestima, supongo.
3- A la gente le gusta llenar sus diarios de imágenes: desde fotografías de sus ídolos sexuales o futbolísticos hasta flores disecadas o el primer cigarro que han fumado en su vida. En esto hay un paralelo con los blogs que a mí me había pasado inadvertido.
4- El autor de diarios lleva su afición en los genes: se han realizado genealogías familiares en los que predominan los escritores de diarios personales.
En fin, apunté muchas ideas, desde luego, pero termino con una pregunta que hizo Lejeune al público: ¿por qué se registran tan pocos diarios personales en España frente a lo que sucede en Francia?
"Son hijos de Rousseau", me dijo un colega a la salida.
jueves, 4 de febrero de 2010
Crecer
¡Cómo disfrutaba la abuelita paseando a su nieto por el parque! Durante más de ¿tres?, ¿cuatro?, ¿cinco? años -el tiempo era lo de menos- repetía todas las tardes esa rutina que al final se había convertido en la razón de su vida. Lo único malo era bajar las escaleras de casa: ella sola no podía y tenía que aguardar a que apareciese un vecino dispuesto a echar una mano. Aquel día ya desesperaba de encontrar ayuda, cuando vio cómo el niño salía del carrito, lo agarraba por las ruedas delanteras, ayudaba a bajarlo y volvía a meterse dentro para disfrutar del paseo.
La madre se encontraría con ellos a las ocho de la tarde, como todos los días.
miércoles, 3 de febrero de 2010
Comentarios anónimos

lunes, 1 de febrero de 2010
La dieta del detective
Siempre me ha intrigado la pobreza de nuestro lenguaje para expresar sensaciones físicas. El idioma es rico para evocar matices de color, pero nos niega el gusto. Por eso, un escritor es grande cuando consigue transmitirnos sabores, murmullos, perfumes. Nadie tan sensual como Evelyn Waugh en Brideshead revisited cuando Charles Ryder se lleva a la boca el cigarro que Julia acaba de dejarle.
He terminado Las marismas de Indridason y me doy cuenta de que me ha quedado un sabor pelín desagradable a causa de su sordidez ambiental: la lluvia, los cadáveres, los interiores abandonados y la pésima dieta del comisario Erlendur: hamburguesas y platos precocinados en el microoondas. Todo comido a toda prisa y de mala gana. Hace tiempo que en la novela negra se puso de moda meter los gustos culinarios de los protagonistas. Empezó Vázquez Montalbán con su Pepe Carvalho y allí le siguieron otros gourmands del crimen como el comisario Brunetti de Donna Leon, Montalbano de Camilleri, el inspector Jaritos de Petros Márkaris, etc. Sin duda hay mucho esnobismo progre en todos estos individuos, pero no deja de ser curioso que todos sean mediterráneos. En cambio, los detectives escandinavos, qué pobre gente: muertos de frío y de hambre.