Amado Nervo, uno de los poetas más leídos y suspirados en España y América, murió lejos de su tierra natal, México. Murió joven y político, mientras ejercía su cargo de embajador en Uruguay a los 48 años. Hay una historia muy curiosa alrededor de este suceso (más información, aquí). Los dos gobiernos del Río de la Plata, el uruguayo y el argentino, dispusieron dos buques de guerra para que los restos del ilustre versificador fueran trasladados desde Montevideo a su país natal. Es notable cómo en aquella época -primer tercio del siglo XX- ciertos poetas tenían un prestigio tan enorme en Hispanoamérica. También la muerte de Rubén Darío había sido motivo de luto continental. La desaparición de un vate famoso podía conmover a pueblos y gobiernos.
Eran tiempos en los que la palabra por sí misma, tenía valor de revelación. De alguna forma se consideraba a los poetas algo así como los intérpretes privilegiados del mundo. Y ellos, como se puede imaginar, asumían con resignada humildad, ¡ay!, su misión de profetas. Sin embargo, en las décadas siguientes, su papel lo han ido ocupando sucesivamente los ensayistas políticos, los científicos sociales y, por fin, los periodistas de reality shows.
Esta decadencia no me ciega lo suficiente como para pensar que antes, cuando se valoraba tanto a algunos poetas, éstos podían iluminar la sociedad con la fuerza de su verbo florido. Para empezar, me siento más aristotélico que platónico: siempre he desconfiado de los intelectuales cuando intentan arreglar el mundo. En Hispanoamérica los escritores reciclados en políticos han obtenido resultados mediocres o nefastos.Y, para seguir, no tenían por qué ser mejores poetas. Sin ir más allá, los versos de Amado Nervo hoy suenan a cursi.
Pero que envidia da pensar en aquellos tiempos, en los que hablar y escribir bien era algo que tenía valor, y los cuentos y las historias tenían la importancia que hoy tiene la TV. Que envidia pensar que cuando recibías una carta en el buzón era de alguien querido o, al menos, añorado, y no una extracto del banco. Que envidia pensar que la calidad de vida pasaba ( además de por tener la nevera llena, desde luego) por la calidad de la conversación. Que pena, en fin.
ResponderEliminarNo sabía que en los reality shows había periodistas. Tendré que volver a ver alguno.
ResponderEliminarUn abrazo,