miércoles, 23 de febrero de 2011

Vivir para contarlo

En cierta ocasión unos colegas (y, sin embargo, amigos) se embarcaban en una expedición filológica a cierta selva amazónica.
-Que volváis para contarlo, le dije a uno de ellos.
-Si para eso vamos. Para poder contarlo.
Le he dado vueltas a la sabiduría de ese para y me pregunto si a veces no es mejor escribir con una finalidad que porque tenemos una razón para ello.Se cuenta que la joven y celosa mujer de Bismark le reprochó en una carta a su siempre ausente marido que, de seguir haciendo viajes diplomáticos, dejaría de amarla. El germánico canciller la tranquilizó así:
-Querida mía, yo no me casé porque te quería lo suficiente, sino para quererte más y más.
Bismark era prusiano. Imagino que la respuesta le funcionó porque su esposa también lo era. Pero, volviendo a la escritura, qué bueno es salir a la calle con la escopeta cargada, salir dispuesto a cazar una frase al vuelo para escribirla más tarde. Qué bueno es vivir para escribir después. Ulises y Penélope, en un momento gozoso de la Odisea (XXIII, 300-345), se entregan al deleite de referirse el uno a la otra los trajines que han llevado en los últimos veinte años. Ella le cuenta los sufrimientos que ha padecido en el palacio durante su ausencia; él, sus aventuras y cuántas penas causó a otros hombres. Viajamos, trabajamos, nos enamoramos, sufrimos, reímos y, de vez en cuando, vivimos algunas cosas con la ilusión de contarlas.

6 comentarios:

  1. Veo, en ese planteamiento de "vivir para contarlo", un cierto peligro, el de no sólo acabar "viviendo para el Diario", como el pobre Amiel, sino convertirnos en espectadores (y lectores potenciales) de lo que vamos viviendo, y adoptar en consecuencia, sin darnos cuenta, posturas y actitudes que no tienen más significado que "dar bien" en la foto escrita que vendrá. Para mí, lo deseable es vivir por el hecho mismo de hacerlo, por el atractivo y el valor que la vida misma tiene. Y luego dejar que de esas vivencias se forme, en la sombra y el silencio que convienen a un proceso así, aquello que pasará al papel.

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  2. Lo veo muy existencial, don Javier (me refiero a esta entrada y a aquella que se llamaba "La realidad"). Y me parece bien, eh.

    Me he reído mucho con "Bismark era prusiano. Imagino que la respuesta le funcionó porque su esposa también lo era".

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  3. marinero: gracias por el comentario, que me permite matizar. Es verdad que uno puede caer en una egolatría patética y yo también pienso que lo primero es vivir (aunque también es cierto que hay diarios muy interesantes que sólo se pueden concebir desde una postura en la que el yo es actor, espectador y escritor a la vez).
    De todas formas, yo quería hablar, más bien, deun estado receptivo a la creación, que no tiene que ver con estar pendiente de uno mismo, si no a "la caza sutil" de palabras, que pueden ser ajenas, situaciones curiosas, historias, escenas... Materia para escribir, en definitiva.

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  4. Don Juan Ignacio: Tiene usted toda la razón. Además, el final de esta entrada parece copiado de la otra. Eso es tener buena memoria.
    Perdone, por lo demás, si le pronostico que cuando usted pase la cuarentena sufrirá ataques existenciales como un servidor.
    Y un abrazo.

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  5. Ja, ja, esperarè el momento entonces...

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  6. Para el que quiera observar resultados extraordinarios de una actitud como la que Javier revela, que lea alguno de los libros de Andrés Trapiello que componen su "Salón de pasos perdidos". Y, desde luego, la cercanía de los 40 cambia muchas cosas.

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