viernes, 24 de junio de 2011

Un clásico brasileño y otro francés

Quizá lo más interesante que nos ocurre está en los libros que leemos. Esta semana ha sido cálida y monótona, como corresponde al mes de junio. En medio del sol y de la nada, la mesilla de noche se va despejando, pero tengo todavía variios libros a medio terminar, o ya terminados. Estos dos, por ejemplo.
1. Cuentos de madurez de Joaquim Maria Machado de Assis. Qué enorme redescubrimiento. Conocía dos o tres novelas suyas -Helena, Don Casmurro, las Memorias póstumas...-, pero no había entrado hasta ahora en sus relatos extraordinarios. Si, en vez de haber nacido brasileño y en el siglo XIX, hubiera sido francés, estaríamos hablando de un clásico universal. Seguro. Hablaré de este libro en mi otro blog más despacio.
2. La cartuja de Parma de Stendhal. Lo leí a los diecinueve años y me decepcionó. Me costaba seguir las idas y venidas de Fabricio, al que no le veía la gracia, ni tampoco me convencían los otros personajes principales. Ahora, tanto tiempo después, me he quedado deslumbrado con el envión de las cien primeras páginas. Toda la descripción de la batalla de Waterloo, en donde el autor se esmera con una mirada modernísima-, es de lo mejor que he leído nunca en cuanto a páginas bélicas. Fabricio ve, a lo lejos, las masas de franceses huyendo de los cosacos y todo recuerda al cuadro del Coloso de Goya (que es de Goya, aquí, sobre las dudas de atribución). Esa misma atmósfera caótica de los hombres metidos en medio de un espectáculo de muerte que no entienden, la intentó plasmar Tolstoy en Guerra y Paz. Pero el ruso, siempre tan moralista, quería decir demasiadas cosas y, en la comparación, Stendhal le gana la batalla.
Cuando Fabricio vuelve a casa, la novela baja muchísimo, creo. Los enredos galantes en que anda el protagonista no tienen la fuerza del principio. Después de un enfrentamiento tan directo con la muerte, ¿cómo seguir con las tonterías de un niño de mamá y su tía enamorada? Naturalmente hay momentos muy buenos aquí y allá. Mientras termino la novela, pienso en cómo Stendhal, cuando escribe, trata de seducir a sus señoras lectoras. Cómo halaga al sexo femenino. Pero no todos somos damas francesas del siglo XIX.
Me convence mucho más Machado de Assis y dejo en el plato los pastelitos de la Cartuja.

10 comentarios:

  1. Y ahora recuerdo que coincido bastante, también en el tiempo de lectura, con M. Ridao, como se puede ver en
    http://jmridao.blogspot.com/2011/06/de-la-brevedad-en-la-escritura-ii.html

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  2. Coincido contigo: la Cartuja de Parma me ha decepcionado muchísimo. Es cierto lo que dices de que la descripción de Waterloo es buena, sobre todo por lo original, pero los enredos de después son infumables. No he tenido valor para seguir, y me he enredado con Galdós, que a mi juicio escribe con más maestría que Stendhal. Los retratos que hace de la burocracia madrileña del XIX en Miau son impagables. También ha influido que estaba leyendo a Stendhal en francés, por practicar, y mi mediano nivel hacía que se me escapasen muchos detalles.

    Un abrazo.

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  3. No he leído "La Cartuja de Parma" pero, ¡Uff... qué alivio salir de la mesilla!
    Un abrazo,

    En cuanto a Joaquim María Machado, tampoco lo conozco, pero coincido contigo en la apreciación "si en lugar de ser brasileño hubiera sido francés..." Durante años fui un apasionado del barroco y un día descubrí que el artista barroco más increíble de la historia era un brasileño: Francisco Lisboa. Un tipo loco hijo de una esclava negra, que levantó en Congonhas (Minas Gerais) uno de los santuarios escultóricos más impresionantes del arte religioso occidental. Pero como era brasileño... no salía nunca en los libros. Francisco Lisboa, el "lisiadito" lo llamaban. Increíble.
    Oootro abrazo más,

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  4. Si hablas con alguna mujer -la mía, por ejemplo- te dirá justo lo contrario. Hasta que no acaba la "dichosa batallita" el libro no se pone interesante. Rojo y Negro es mejor, en cualquier caos. Mi favorito, y que recomiendo, "Roma, Napoles y Florencia", editada por Pre-Textos con su habitual buen gusto.

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  5. Ellas son así...:), Ignatius. También le pasaba lo mismo a mi mujer con las partes bélicas en Guerra Y paz. Leyó la mitad de la novela: la guerra se la saltó. Y, bueno, sí, desde luego, me gustó mucho más Rojo y negro.

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  6. Sí, Víctor, había oído hablar del Aleijadinho como un escultor medio expresionista en pleno siglo XVIII. Qué pena no poder ir a Brasil a ver su obra. Pero, bueno, es que Brasil es un mundo por descubrir.

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  7. Sólo una pequeña observación. En el texto que Lampedusa, el autor del Gatopardo, dedicó a su amado Stendhal (publicado en España por Trieste, 1989, bajo el título "Stendhal"), las palabras que lo cierran dicen así: "Escrita ["La Cartuja"] por una persona madura para los ancianos, es preciso haber superado los cuarenta años para comprenderla. Entonces es cuando se aprecia que este libro, desprovisto incluso de ilusiones artísticas, desnudo de adjetivos, nostálgico, irónico, circunspecto y delicado, es la cima de la narrativa mundial". Fin de la cita.

    Si Lampedusa es una "dama francesa del siglo XIX", juro que no me había enterado. Cada uno puede pensar lo que quiera (aunque no todas las opiniones tienen el mismo peso; y, para mí, una opinión literaria de Lampedusa es todo menos desdeñable). Pero suponer que lo que hay en ese libro es, sobre todo, "un intento de seducir a sus señoras lectoras", me parece una simplificación verdaderamente atroz. Y sospecho que a Lampedusa le habría parecido directamente procesable.

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  8. Sin duda, marinero, la opinión de Lampedusa (nada menos) es aguda y respetable por venir de quien viene. La mía no pretende ser, aquí, otra cosa que la de un simple lector, no la de un crítico objetivo. Tampoco creo haber dicho que La cartuja de Parma sea un intento de seducción, y punto. Lo que sí me parece es que, como escritor, Stendhal tiene en cuenta a un público muy concreto. De ahí la imagen de la seducción.
    Que Stendhal pretendiera "seducir" a sus lectoras, no me lo invento yo.Lo dice Stendhal, eterno don Juan, por cierto. El propio autor, después del fiasco de Rojo y negro, sintió la necesidad de justificarse y escribió un artículo en 1832 en el que distinguía dos tipos de lectores (lectoras, más bien) para las novelas francesas de su tiempo. Para Stendhal, "la grande occupation des femmes de province en France, cést de lire des romans (...) Les hommes ont pris le gôut de la chasse et de l'agriculture, et leurs pauvres moitiés ne pouvant faire des romans se consolent en les lisant". Luego Stendhal diferenciaba entre las "romans pour les femmes de chambre" y "le roman des salons". Las segundas, menos comerciales y folletinescas, se dirigen a un público distinguido y elitista...Para ellas (y ocasionalmente unos pocos "ellos") ,dice Stendhal, escribo yo.
    Por lo demás, Lampedusa, alma aristócrata como pocas, bien pudo identificarse con los devaneos de Fabricio, la Sanseverina y el conde Mosca. A mí me cuesta más.

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  9. Siempre es un criterio arriesgado el basarse en las ideas que el propio escritor tiene acerca de su obra; recordemos a Cervantes y su opinión acerca del Persiles, que parece juzgar superior al Quijote. Y, respecto a que la opinión de Lampedusa tuviese que ver con su aristocracia, copio la de Jaime Gil de Biedma (que no era aristócrata, quiero decir, no tenía título alguno). Preguntado en una entrevista (de Gracia Rodríguez, en "Quimera" nº 32, octubre 83) sobre "lo que te ha gustado a ti en literatura", lo primerísimo que cita en su respuesta es... "La Cartuja de Parma". Algo tendrá el agua cuando la bendicen, especialmente si lo hacen semejantes sujetos; digo yo.

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  10. Amigo marinero: gracias por el dato de Gil de Biedma. Volviendo a lo nuestro, que me aburra o no me llegue La Cartuja, no quiere decir que no sea una obra de categoría. Es obvio que lo es. Por cierto, aunque suene un poco frívolo, recuerdo que Gil de Biedma era pariente de una conocida política madrileña de rancio abolengo.(Si es que todos somos nobles en este país...).
    Por lo demás, pido perdón de antemano si ya no replico más. Es que soy fatal para las discusiones o los intercambios de opiniones ( y lo digo sin ironía). Normalmente me parece que ya he dicho todo a la segunda intervención. Así que le cedo a usted la palabra con mucho gusto por si quiere añadir algo más.

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