Al llegar a casa, un mensajero había dejado una botella de Rioja, reserva de 2004. Además, era de litro y medio, de las grandes. ¿De quién sería ? Por desgracia, no tengo amigos que trabajen en el mundo del vino. Un ex-alumno era poco probable. ¿Un seguidor del blog? Me temo que no.
En fin, habría que resignarse a pensar que tengo admiradores secretos y, con un suspiro de satisfacción, me llevé el botellón al garaje.
A las cuatro horas llamaron al timbre. Un señor muy simpático vino con otro paquete más pequeño para mí.
-Ha habido una confusión, discúlpeme. El paquete de esta mañana era para otro Javier.
-No puede ser, yo mismo lo he comprobado, confesé incrédulo pero creyente.
Fui por el regalo y me dí cuenta de que sí, de que me había equivocado: por culpa de la ilusión yo también había leído mal. Je, je, mi paquete era otro, cierto, y con un formato que me resultaba familiar. Lo abrí y me encontré con una antología de poesía centroamericana.
-Teníamos que habernos bebido toda la botella nada más llegar, me dijo mi mujer, tan desilusionada como yo.
¡TE HUBIESES EMBORRACHADO!
ResponderEliminarEl post es perfecto. Un gran reserva. Chin-chin.
ResponderEliminarPues no queda más que pactar con el dueño del vino (¿tomaste el nombre?): una velada de poemas centroamericanos bien acompañados.
ResponderEliminarJa. ¡Gran comentario de Juan Ignacio! Tenéis que invitarle a la velada.
ResponderEliminarEl nombre se me olvidó, Juan Ignacio, por culpa del enfado. Pero, bueno, la cosa sería escribir a la editorial pidiendo que la próxima vez me manden otro libro de poesía acompañado de una botellita de vino para leer mejor. Y, por supuesto, los dos, Enrique y tú, están invitados, porque si sale, yo soy capaz de pagar los billetes hasta Pamplona.
ResponderEliminar¡¡¡Qué chasco cuando un regalo que nos ha gustado no es para nosotros!!! A mí esas cosas siempre me traen a la memoria el ejemplo del perro de Paulov.
ResponderEliminarEn cierta ocasión hace años me trajeron a mi casa una magnífica y enorme cesta navideña que causó gran alborozo entre mis hijos y demás familiares. Yo no estaba.
Cuando llegué me encontré con los festejos, pero también con la tarjeta...y ante el riesgo de que el detalle pudiese ser entendido por alguien como una "donación remuneratoria" incompatible con mis principios opté por llamar y "exigir" con el mayor tacto posible que hiciesen el favor de retirar aquello.
No hace falta que precise que no fue una medida popular entre los moradores de mi casa, y que tuve que salir con urgencia al cabo de poco rato a comprar todo tipo de productos navideños que rezarcieran aquella decepción.
Felices Fiestas.
Desde luego qué cara resulta la honradez, Juan Ma. Pero eso es porque es un bien valioso. Un abrazo.
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarSuelo leer tu estupendo blog, y recordaba esta entrada, por eso te dejo aquí este comentario que viene muy "al pelo" de esta entrada.
Buscando literaturas nuevas me he encontrado con este libro:
http://www.bubok.es/libros/6895/In-vino-veritas/
A mí me ha encantado.
Un saludo.
Lorena
Ah, muchas gracias, Lorena, por tu comentario y por tu buena memoria. Tomo nota de la recomendación. Hasta ahora todas las que me han hecho en el blog me han gustado mucho.Un saludo.
ResponderEliminarPor cierto: nadie sigue sin regalarme vinos, ni siquiera me los recomiendan...
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