miércoles, 30 de diciembre de 2009

Qué escándalo

Le pido a mi hijo pequeño que me dibuje un christmas para enviar a los amigos en estas Navidades. Muy original, le sugiero, como tú sabes hacerlo. Al poco tiempo Tomás me enseña orgulloso su obra, lo que me sirve para comprobar los efectos de seis meses de catequesis escolar frente a ocho años de imaginación desaforada. El christmas es una interpretación personal de una Navidad prehistórica: en el portal San José y la Virgen son dos diplodocus que custodian a un bebé dinosaurio. Por los aires va volando un pterodáctilo (¿el ángel?), mientras una estrella de oriente se precipita sobre la tierra (el meteorito que destruyó a los dinosaurios, esto sí está claro). Entretanto tres monstruosos reyes magos y un Papa Noel se acercan a la escena como si fueran los cuatro jinetes del Apocalipsis. Uno de ellos exclama: "¡No me gusta mi regalo!".
El escándalo es cosa de dos: el que provoca la acción y el que la mira. Así que en este caso no hay razón para rasgarse las vestiduras. En realidad, ahora que lo pienso un poco, me parece que en lo de escandalizarse se extiende un sofisma tan grande como los dinosaurios de mi hijo. Creer que la religión sólo se expresa de forma severa y solemne ha sido un error de siglos. En la cristianísima Edad Media existía la costumbre de la Misa de la borrica. Se celebraba en honor del animal que montó Jesús en la entrada de Jerusalén. El sacerdote, en un momento de la liturgia, rebuznaba tres veces a lo que respondía el pueblo fiel con igual número de alaridos animales. A quien le parezca exagerado este ejemplo, puede fijarse mejor en los pórticos de tantas iglesias románicas, en donde a pocos metros de una imagen sublime del Señor o la Virgen, aparecen otras grotescas con demonios retozando encima de unos infelices condenados. Muchos tabúes en torno a lo que se podía decir y lo que no, lo que se podía representar y lo que era indecente, empiezan más tarde, a partir del triunfo del humanismo y del racionalismo postmedieval.
Tendemos a identificar el escándalo con la transgresión en materia exclusivamente religiosa, cuando muchas veces intervienen factores culturales, sociales, ideológicos. Basta recordar que la expresión "políticamente correcto" designa la barrera que nunca se debe traspasar con las palabras. Los indiferentes y los ateos también se escandalizan, faltaría más. A un juez de Sevilla se le ha ocurrido criticar algunos resultados de cierta ley sobre el maltrato a las mujeres hace unos días y ha provocado un maremoto de sensibilidades heridas entre el progresismo nacional. No lo dicen porque la palabra les huele a religión, pero el diagnóstico, para mí, está clarísimo: se han escandalizado.

PD: Que conste que creo que resulta muy saludable escandalizarse algunas veces: es un signo de delicadeza moral. La expresión "No me escandalizo de nada" me suena a cínica o vanidosa.

3 comentarios:

  1. Ohh...horror!!!
    Excelente 2010 para todos.

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  2. Te deseo un año escandalosamente feliz.

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  3. Me parece una felicitación muy original. Yo que tú no le quitaría ojo a la imaginación de tu hijo, promete mucho.
    Feliz año y gracias por el blog,
    María.

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