Estábamos en París. Llevábamos siete horas arrastrando a los cinco niños en compañía de otra familia amiga, desde la Torre Eiffel hasta aquí. De pronto todos sintieron una urgencia irrefrenable y se acordaron de los baños del Louvre. Yo me quedé, agotado, con mi hijo pequeño y la cámara. El estanque invitaba a darse un bañito, pero en el último instante me lo pensé mejor y sólo saqué esta foto a ras de agua.
Viajar a París con los cinco críos (niños) tiene su mérito.
ResponderEliminarConseguir que disfruten y aprecien una mínima parte de lo que ofrece la ciudad eleva el mérito de forma exponencial.
Lo más importante: el tiempo que habéis compartido, y la experiencia que particularmente supone para cada uno de ellos -aunque ahora no sea consciente y tarde años en percatarse- la visita a una de las ciudades más fascinantes del mundo con toda su familia.