Anduvo por Pamplona mi hermano Álvaro y, para celebrarlo, no fuimos a un restaurante mexicano. Entre tacos, alambres y enchiladas, estuvimos conversando de toda clase de temas, desde la foto del robot Llamazares (aquí, unas carcajadas) hasta la penúltima ocurrencia de la universidad de Sevilla, que permite tratar con consideración a los estudiantes copiones y futuros tramposos en la vida profesional. La charla iba camino de comentar toda la prensa nacional cuando de pronto, en el momento en que Rafa Nadal o Scarlett Johansonn iban a aparecer en medio de la mesa, Álvaro sacó un tema un poco menos trivial.
-Últimamente me he dado cuenta de que jamás utilizo el bolígrafo para escribir. ¿No te pasa a ti lo mismo? Me cuesta escribir una hoja, cada vez tengo peor letra. Mi hijo se quedó asombrado el otro día cuando me vio anotar unas frases en el papel. Y la culpa de todo la tiene el ordenador... ¿Te has fijado que se habla mucho de la muerte del libro, pero no se dice nada de lo que estamos perdiendo también en la mano?
Si yo reviso mi propia experiencia, que no será muy diferente de la de cualquiera, veo que me sucede lo mismo. Pero curiosamente sigo reservando la escritura directa en el papel para ciertas ocupaciones. Cuando he escrito poemas, siempre he empezado con el bolígrafo y lo mismo me ha ocurrido con los microrrelatos, los apuntes para un cuento largo o las anotaciones de un diario. Incluso algunas entradas de este blog han pasado antes por mi moleskine.
-Eso puede ser, dice mi hermano, porque, a pesar de todo, el papel siempre te dará una ventaja sobre la pantalla. Si piensas en el recorrido de tus ideas, todas van de la cabeza hasta la mano, y de ahí, sin intermediarios, al papel. El lápiz o el bolígrafo son una prolongación de tus dedos, una parte de tu cuerpo en ese momento. Y nunca la expresión del nuestras ideas estarán tan cerca de su nacimiento como cuando escribimos en el papel.
Tiene razón, me parece. La letra del ordenador es limpia y perfecta, pero inhumana. No hace falta ensalzar sus ventajas evidentes, y menos ahora que estoy terminando de expresar esto directamente en la pantalla. Pero algo se nos queda en el camino al abandonar el bolígrafo en el escritorio.
Escribir poesía es justamente lo que Dolina recrimina a las compudatoras (ya que no habla de ordenadores) y porque con ellas no se puede tachar. En realidad, sí existe la función de tachar, e incluso la de doble tachar. Pero es lo mismo. Además, tampoco se pueden hacer garabatos como las flores que hace mi madre cuando habla por teléfono, decorando su agenda de teléfonos (ya que estamos, las libretas de teléfonos también están cayendo en desuso, ahora la gente guarda los números en los teléfonos mismos o en otro formato electrónico).
ResponderEliminarEs curioso, acabo de colgar un poema escrito directamente en la pantalla y que se refiere a eso, al paso de la cabeza a los bytes. Yo no veo que sea tan importante el papel. Volvemos a coincidir en el tema de la entrada.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier.
Aún somos muchos los que tenemos esas "prolongaciones" en alta estima. Los Reyes me trajeron una estilográfica de punto gordo, difíciles de encontrar, para emborronar a gusto. Y ante una hoja de papel repleta de palabras, dibujitos y garabatos, tachones y anotaciones al margen, que se quite lo demás.
ResponderEliminarTiene razón Dolina, tana agudo en tantas cosas, Pecé. Ni es lo mismo tachar en el papel que en la pantalla, como no es lo mismo escribir. Y es, creo, porque hay cosas que necesitamos sentirlas cerca de nosotros cuando las vamos escribiendo,(o tachando) aunque sea por un tiempo limitado... Al meterlas las mismas palabras en la pantalla nos vamos liberando de ellas.
ResponderEliminarMaría: yo me pasé el colegio dibujando en los márgenes de mis apuntes (y en la universidad, ejem, creo que también). Y es una experiencia gozosa, aunque ahora tenga que censurárselo a alguno de mis hijos.
ResponderEliminarCoincidencia preciosa (y no es la primera). Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarEscribir actualmente a mano, es como ir al gimnasio para mantenerse en forma.
ResponderEliminarNuestros MAYORES que vivían en y del campo,realizaban más ejercicios de musculatura y aeróbicos diariamente que un deportista de élite en la actualidad.
Lo mismo pasa con la escritura manual. Es un ejercicio extraordinario el de manejar la mano y con esfuerzo para dibujar los pensamientos en forma de letras y plasmarlos en un papel. Además, las correciones y los borrones quedan, en un ordenador, simplemente no existen.
Y a este comentario se le llama "irse por los cerros de Úbeda"
Por cierto Javier, me pareció fantástica la clase de ayer sobre "pequeños equívocos sin importancia"
Saludos
Gracias, Antonio: no te vas por los cerros de Úbeda. Escribir y dibujar con el lápiz es más "real" y quizá por eso están de capa caída ahora.
ResponderEliminarYo suelo coincidir con lo que planteas, Javier: generalmente escribo primero a mano, sobre todo los poemas, con sus miles de tachones. A veces, además, el verso que te regalan los dioses te asalta en un lugar donde no hay ordenador y, como Machado, conviene anotar en la cartera esa "gracia de tu rama verdecida".
ResponderEliminarOtras veces, sin embargo, la inspiración te sorprende trabajando, que suele ser lo más común, y no pongo reparos entonces a escribir directamente en el ordenador. Tiene menos encanto, pero lo importante es el resultado.
Un abrazo.
Es curioso que uno sienta la necesidad de sentirse cerca de lo que escribe cuando usa el boli y que le venga mejor tachar y tachar un papel. Y respecto a lo que dices de cuando te pilla la inspiración, bueno, supongo que no hay que ser muy fundamentalista con eso del papel. Quizá en el futuro nadie escriba poesía en papel y todo el problema está en que no nos adaptamos los que ay tenemos una edad. Un abrazo, Juan Antonio.
ResponderEliminarPues lo diré.
ResponderEliminarOtra cosa que va a mano sí o sí: las cartas de amor.