Me impresionaron estos versos de Mandelstam:
Tu forma, atormentada y vacilante,
en la niebla no la pude asir.
"¡Señor!" -dije sin querer,
pues tal cosa no pensaba decir.
El nombre de Dios, como un pájaro enorme,
de mi pecho se echó a volar.
Ante mí espesa niebla en remolinos
y una jaula vacía detrás.
(trad. de Aquilino Duque)
Al principio, me acordé de ese endecasílabo precioso de Antonio Machado: "siempre buscando a Dios entre la niebla". Pero Mandelstam va un poco más allá y en el verso tercero se le escapa una jaculatoria imprevista. En lugar de perder el tiempo especulando, el corazón se abre y reza. La segunda estrofa es mejor: la imagen visionaria del pájaro enorme que se planta ante la mirada y echa a volar, independiente del poeta. Y lo más importante: un pasado en blanco-la jaula vacía- y un futuro incierto, porque nada será igual después de esto.
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