jueves, 31 de diciembre de 2009
Recuento
miércoles, 30 de diciembre de 2009
Qué escándalo
martes, 29 de diciembre de 2009
Mal día para pescar

miércoles, 23 de diciembre de 2009
La realidad no-velada

Viaje rapidísimo a Madrid para la presentación del libro de microrrelatos de Rosalba Campra. Cuando me tocó decir algo, hablé sobre la comparación entre filólogos y creadores que viene a ser algo así como los ornitólogos y los pájaros. En principio los filólogos estudiamos a los escritores, como los ornitólogos clasifican pájaros, pero no vuelan. Es difícil ser las dos cosas al mismo tiempo, pero hay gente que lo consigue, como Rosalba. Todo un arte.
martes, 22 de diciembre de 2009
Papa Noel, go home
lunes, 21 de diciembre de 2009
En tren
Al principio no tuve inconveniente en ceder mi asiento a aquella dama nerviosa que quería pasar el viaje junto a su marido. Sólo tendría que retroceder un vagón más atrás y sentarme al lado de la monjita que estaba concentradísima jugando con su PSP. Sólo habían transcurrido cinco minutos cuando el revisor me rogó educadamente que desocupara el asiento que no me correspondía y me llevó a otro -pese a mis protestas-, en la clase turista. Todavía no entiendo bien las razones (algo acerca del número de billetes vendidos en preferente), pero el caso es que en segunda hay menos espacio para las piernas y no tienes derecho a comida. Mi vecino (un jovencito con tres piercings en cada labio) sacó una botella de zumo probiótico de la bolsa, de la que se desprendían olores a queso y mandarina, y me ofreció un traguito. Ante mi cordial pero firme negativa, se encogió de hombros y se echó decidido el líquido al buche. O tenía mucha sed o debía de tener problemas con tanto metal cosido a la boca, porque se atragantó y, del salto, me tiró el zumo por el traje y el sillón. Después del revuelo y las excusas, me sacaron de allí y me llevaron mucho más atrás, porque el tren está repleto en estas fechas.
Después del último vagón de la clase turista hay un espacio donde se acumulan de pie los individuos sin billete. El revisor, deshaciéndose en amabilidades, me proveyó de un pequeño taburete que sacó de su propio compartimento. Al primer vaivén, un viajero me empujó, creo que a propósito, y me caí al suelo. Luego otro me pateó haciéndose el distraído. Me incorporé con dignidad sin hacer caso de las risas y, abriéndome paso, conseguí llegar a la pared y apoyarme. Esto es lo malo de viajar en el Transiberiano, que si tienes algún problema, es mejor que no se prolongue mucho porque el viaje acaba haciéndose interminable.
Aunque enseguida me dí cuenta de que al revisor no le gustaba permanecer mucho tiempo en esa parte del tren, volví a llamarlo cuando atravesaba mi zona a codazos.
Hay una solución especial para casos como el de usted, me dijo muy serio.
Y así llegué a este lugar. Es verdad que resulta un poco oscuro, huele raro y oigo ruidos, pero me tranquilizo al pensar que a lo mejor sólo son animales.
domingo, 20 de diciembre de 2009
Nieve
jueves, 17 de diciembre de 2009
Reyes magos, 4
En vísperas de Reyes, mi hermano mayor y yo poníamos trampas por toda la casa para atrapar las patas de los camellos. También nos quedábamos despiertos hasta que creíamos que nuestros padres se dormían. Entonces bajábamos al salón para ver si habían llegado. Pero no estaban. Nunca estaban a pesar de que la mañana siguiente nos encontrábamos los regalos amontonados en cajas. Y así hemos seguido él y yo durante sesenta años, venga a poner trampas y trampas, pero todavía seguimos sin dar con el misterio.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Reyes magos, 3
Harry Potter extendió la varita y, con enérgico gesto, pronunció:
-¡Socialistus resurrectus!
De inmediato se levantó una nube amarilla y aparecieron tres individuos barbados con una corona en la cabeza.
-¿Qué deseas, hijo mío?, le preguntó el más anciano.
-Quiero que resucite Dumbledore, respondió Harry balbuciente.
-Anda, niño, déjate de chorradas y ayúdanos con los paquetes, que hoy tenemos mucha magia que repartir, le contestó el de la barba castaña.
Y ni corto ni perezoso, el tercero, el que tenía aspecto de etíope, agarró a Harry del cuello y se lo llevó con los demás pajes que esperaban en la ventana.
martes, 15 de diciembre de 2009
Reyes magos, 2
Ese niño, sí, ése que está llorando en un rincón del patio, es un imbécil. Se pasó todas estas semanas tratando de convencer a sus compañeritos de que los Reyes Magos no existían. Ayer por la noche se le apareció en sueños un camello que le dijo que, en castigo, esta Navidad se quedaría sin regalos.
lunes, 14 de diciembre de 2009
Reyes Magos, 1
Como todos los niños, en Navidades yo siempre pensaba en el final de las vacaciones: tanta era la ilusión que sentía por la llegada de los Reyes Magos. Era una desgracia que se les hubiera ocurrido venir el seis de enero, pero, aunque entonces no me daba cuenta, fue una decisión sabia: fomentaba la ilusión, que es un sentimiento que prepara a la virtud de la esperanza.De todas formas, ahora, de mayor, no aguanto más y me voy a permitir anticipar la llegada con un puñado de microrrelatos que iré metiendo en esta semana previa a la Navidad. Aquí va el primero:
Antes de contar la verdadera historia de los Reyes Magos conviene dejar claros algunos puntos para no caer en inexactitudes. El primero de ellos es que no eran reyes. Basta leer el evangelio de San Mateo, el único que se molesta en citarlos. Eran unos sabios estrelleros que, dice el texto, “venían de oriente”. Es falso, por tanto, que fueran dos hombres blancos y uno negro (con perdón). La invención de Baltasar con la piel oscura procede de los artistas del Renacimiento, que, con esta cuota étnica, quisieron significar que los tres continentes, África, Europa y Asia, venían a adorar al Niño Jesús. No habían visto muchos chinos los artistas. En realidad, lo más probable es que fueran los tres negros (con perdón), ya que vinieron del lejano este, es decir, de Persia y más allá, las fértiles tierras del valle del Indo, donde, como todo el mundo sabe, los seres humanos pertenecen a la etnia negroide. No eran viejos (otra falsedad), ya que es inverosímil que unos ancianos se castigasen con un viaje tan arriesgado y llegasen vivitos y coleando a Jerusalén. Lo más probable es que fueran jóvenes y solteros, porque hay que tener tiempo libre para dejar a la familia e irse por ahí a buscar una estrella rara.
Yo añadiría: Solterones y maniáticos, que suele ir bastante unido lo uno a lo otro. Además, todos tendrían su puntito de agresividad para defenderse de los ataques de los ladrones y las tormentas de arena. Melchor (llamémoslo así por comodidad narrativa) se quejaba de los ronquidos de Gaspar, mientras Baltasar no soportaba el olor de los pies de sus compañeros. Baltasar estaba especialmente furioso con ellos. La noche antes de llegar a Jerusalén, habían sufrido el enésimo enfrentamiento con unos bandidos y, por culpa de Gaspar, que se había distraído ensañándose con uno de esos hijos de mala madre, les habían robado un camello. El cobarde de Melchor, en cambio, se había ocultado detrás de una palmera, una vez más, y le había tocado a él, a Baltasar, tratar de recuperar los fardos que se habían caído en las dunas durante la pelea.
Entraron en la capital en dos camellos y con Gaspar castigado a pie. Todavía estaban discutiendo en idiomas ininteligibles delante de la puerta, lo que provocó que a su alrededor se formase un corro de ciudadanos sorprendidos. Según el evangelio, su llegada había sido muy comentada (Mt 2,2), porque iban preguntando donde estaba el hijo del rey de Israel que había de nacer. Quizás lo hicieron a grito limpio para hacerse entender mejor. Además, es posible que no sólo lo preguntasen a la gente, sino que Gaspar, el más cansado por la caminata, estuviese quejándose con este tipo de preguntas a sus compañeros. En fin, Herodes los mandó llamar para preguntarles muy educadamente la razón de tanto escándalo. Ellos le respondieron como todos sabemos y partieron hacia Belén. Cuando llegaron al pueblecito estaban fatigados y de muy mal humor, renegando del maldito viaje en que se habían metido, como suelen hacer los peregrinos de hoy en día. De repente se pararon asombrados donde estaba la estrella. Dentro de la casucha vieron a la mujer con rostro de sorpresa y al niño de unos tres meses envuelto en pañales. Algo muy hondo pasó dentro de ellos. Se sintieron “llenos de una inmensa alegría” (Mt 2,10), tanta que no soy capaz de explicarla ni imaginarla. Era el final del viaje, estaba clarísimo, y eso les emocionó, les recordó la ilusión primitiva, los cálculos astrológicos, las discusiones eruditas, los documentos consultados, la pasión con que habían preparado su aventura. Sacaron los obsequios –oro, incienso y mirra- que, milagrosamente, se habían podido salvar. No se extrañaron de la miseria del lugar, porque ellos, después de tantas desventuras, se habían convertido en unos desgraciados.
En el viaje de regreso veían que por el oriente, el lugar de su destino final, salía siempre el sol.
sábado, 12 de diciembre de 2009
In vino veritas
viernes, 11 de diciembre de 2009
Poesía y política
jueves, 10 de diciembre de 2009
Amor circular
Ni el Amante reposa en el Amado,
Tiende Amor su velamen castigado
Y afronta el ceño de la mar tonante.
Llora el Amor en su navío errante
Y a la tormenta libra su cuidado,
Porque son dos: Amante desterrado
Y Amado con perfil de navegante.
Si fuesen uno, Amor, no existiría
Ni llanto ni bajel ni lejanía,
Sino la beatitud de la azucena.
¡Oh amor sin remo, en la Unidad gozosa!
¡Oh círculo apretado de la rosa!
Con el número Dos nace la pena.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Yaacabó

El “yaacabó” es un pájaro insectívoro de América del sur con pico y uñas fuertes, pardo por el lomo y rojizo el pecho y los bordes de sus alas, y blanquizco con rayas transversales oscuras por el vientre. Esta es la definición del DRAE, pero es muy raro imaginarse a los ilustres académicos en pantalón corto y observando con atención los colores del pajarito. Como es improbable que lo hayan visto alguna vez, podemos pensar que se trata de un pajarraco carnívoro de color verde y rosa que se alimenta de carroña y tiene un capuchón del tamaño de una calabaza. Procedería de una especie extinguida en los bosques del norte boliviano, el “yaempezó”. Que el lector escoja lo que más le apetezca, en cualquier caso.
Otra información que circula por ahí es que los indios toromonas lo tienen por ave de mal agüero, ya que el ruido de su canto (“yaacabó…”) anuncia la muerte inesperada de quien lo escucha. Algún exégeta sugiere que, en realidad, el yaacabó canta cuando se encuentra cerca de un indio haciendo el amor con su parienta, lo que explicaría su mala fama entre los toromonas varones.
Claro está que todo esto es pura patraña. Cualquier ornitólogo serio sabe que los pájaros carecen de entendimiento racional. Más aún, sólo se interesan por los asuntos celestes y desdeñan los humanos con sus minucias y miserias. El yaacabó, en particular, es uno de los más elevados intérpretes del aire, porque su canto tiene cualidades metafísicas que ni él mismo conoce bien. Yaacabó: Todo termina, incluso cuando acaba de empezar.
lunes, 7 de diciembre de 2009
Trastorno de hiperactividad lectora
En estos casos es bueno recurrir a otros libros que sirvan de antídoto, libros que brillen por la exactitud, la claridad. El problema es que estoy a la vez con la poesía de Muñoz Rojas y la de Aquilino Duque, el inacabable Masa y poder de Canetti, los cuentos de Juan Gabriel Vásquez y una novela de Turgueniev. Todos me encantan de una forma u otra, pero se me han ido amontonando en la mesilla. Por culpa de las obligaciones se quedan a medias y los voy leyendo al mismo tiempo, que es la única manera de no terminarlos nunca.
Aunque los buenos libros, en realidad, nunca se terminan.
sábado, 5 de diciembre de 2009
Viaje terrible y providencial
viernes, 4 de diciembre de 2009
Rosalba Campra
PROYECTO DE TRAMPA PARA RINOCERONTES Nº 2
Siendo el rinoceronte bestia huraña y desconfiada, es menester disimular la trampa con esmero. Útil a tal fin resulta el uso de los espejos, dada la naturaleza narcisista e ilusoria del rinoceronte. Embelesado en su propia contemplación cae fácil presa de los siguientes tipos de trampa: albanega, añagaza, capillo, filopos, enza, lazo ciego, ratonera, saetón.
Con cualquiera de ellas se puede capturar sin esfuerzo al rinoceronte o, a falta de éste, a su reflejo.
AQUERENCIARSE
Como tenía miedo de ser arrastrado quién sabe a dónde, nos había pedido que lo enterráramos un poquito.
Nosotros tratábamos de convencerlo, de explicarle que también se puede vivir, ir a ver a los parientes, o amigos, moverse en fin, sin que por eso uno corra peligro de que se lo lleve el viento. Pero él no nos creía y se iba hundiendo cada vez más.
Al final le quedó afuera nada más que la cabeza, y desde allí nos miraba cuando el viento nos arrastró quién sabe a dónde.
ESPERA DE LA PRINCESA
A ese balcón era donde siempre estaba asomada la princesa cuando los pretendientes venían desde los cuatro portones del reino. Su padre el rey había prometido su mano a quien descifrara los símbolos de piedra que remataban el balcón. La princesa hubiera querido soplarle la solución a este vizconde, a ese sastre, pero ella tampoco la sabía.
La lluvia fue borrando los números cabalísticos, a la princesa los ojos se le volvieron aguados y se le cayeron los dientes. Ya no pasaban ni príncipes ni ropavejeros, y ella seguía en el balcón sin saber que el rey se había muerto y había sido proclamada la república.
Los piratas se levantan temprano, toman el desayuno con sus esposas, acompañan a sus hijos a la escuela y se encaminan hacia el puerto. Desde el muelle miran los barcos que bajo su mando ya han zarpado al asalto de los galeones españoles cargados del oro del Nuevo Mundo y de virreinas de ojos negros.
No se resignarán jamás, pero lo mismo vuelven a colgarse de un ómnibus como todos los días y antes de que se haga tarde van a la oficina.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Isabel Allende, a las puertas
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Sacando brillo

En mi casa todos los espejos son lavables. Me gustan tanto que los he puesto por todos lados. Los hay en el baño, por supuesto, pero también en la habitación de los niños, en la mía, en el pasillo, en la salita y en la cocina. Por la mañana viene la ecuatoriana a limpiar. Los descuelga uno por uno –yo siempre le digo que con mucho cuidado-, les echa un producto especial en la superficie y luego les pasa mucho agua para que estén bien relucientes. Cuando los devuelve a su sitio, es una maravilla: el piso de
martes, 1 de diciembre de 2009
México fúnebre
lunes, 30 de noviembre de 2009
Que vienen los mayas
Dan nombre a nuestras moradas, y esos nombres son falsos.
Algo que no es el humo de las ceremonias
ha enturbiado la tajante nitidez de los arcos,
corroído la palabra que se intrincaba en los frisos.
Como sus pinturas hemos sido borrados.
Y no sólo eso. Nos faltan los cientos de chozas malolientes en donde vivían los mayas alrededor de los templos. Tampoco vemos los sacrificios humanos, ni los misteriosos juegos de pelota en los que se degollaba al perdedor. Podemos, tal vez, creer que la visión de reyes y hechiceros emplumados bajando las escalinatas debía de causar un terror sagrado en las gentes que vivían en esas ciudades perdidas. En el siglo XIX los relatos de viajeros occidentales contribuyeron a crear un icono de aquella civilización. Luego, la puntilla mitificadora la han venido a dar seguramente las excursiones de un día desde Cancún y la Riviera Maya. A muchos de estos lugares, a Chichén Itzá sobre todo, llegan todos los días autobuses que evacúan a miles de turistas dispuestos a darse su ración de culturilla para luego volver a sus resorts del todo incluido, la piña colada y la fiesta de la espuma. Y es que hay que darse prisa en disfrutar, porque el mundo se acaba en 2012, según decían los mayas, o al menos eso asegura un conocido best seller del que cualquier día harán una película a mayor gloria del pensamiento débil.
viernes, 27 de noviembre de 2009
Un amigo que se fue
Esta semana he abandonado el blog, debido al dolor que me ha producido la trágica noticia de la muerte de un amigo y compañero de toda la vida. Javier tenía el mismo nombre que yo. Los dos nacimos en Cádiz y por nosotros corría sangre navarra, habíamos estudiado en los mismos colegios y en la misma universidad, nos casamos casi a la vez y tuvimos el mismo número de hijos, cinco, para colmo repartidos en edades muy parecidas. Aparentábamos caracteres muy distintos: él era un hombre excelente, inquieto y vitalísimo, dotado, además, de una guasa gaditana explosiva y carnavalera. Fue siempre un enorme aficionado a toda clase de deportes, y también al mar y, ay, a la montaña. Pese a las diferencias, creo que siempre nos sentimos muy cercanos el uno del otro, no sólo por las afinidades que ya conté, sino, sobre todo, porque compartimos esos años infantiles, tan entrañables, tan lejanos, tan eternos que se dijeran suspendidos fuera del tiempo.
lunes, 23 de noviembre de 2009
Sábado, de Ian Mac Ewan

Y eso que la historia no era muy animante de entrada. El protagonista se despierta una fría madrugada de Londres y contempla atónito desde la ventana de su dormitorio cómo un avión se precipita envuelto en llamas sobre el aeropuerto de Heathrow. No, no me encontraba entonces en la mejor de las situaciones -un vuelo transatlántico de diez horas-, para que me contaran cosas de ese estilo. Sin embargo, la fuerza de la prosa de Mac Ewan es tal que me cautivó enseguida la historia de ese neurocirujano que se levanta temprano para vivir un sábado rutinario de su vida burguesa y feliz. El protagonista es un hombre de mediana edad, de buen pasar, enamorado de su esposa y orgulloso de sus dos hijos que son, lo que hoy podría decirse, "buenos chicos". A simple vista se trataría de seguir la plantilla inugurada por Joyce en su Ulises: la narración de un día normal a través de los ojos de un individuo común. Hay, además, algún que otro guiño joyciano, pero Mac Ewan escribe para otra época. Ni pretende experimentar con el lenguaje ni su historia se disuelve en la banalidad voluntaria de Joyce.
Para empezar, un trasfondo distinto: es el año 2003 y las manifestaciones antibelicistas llenan el centro de Londres. Como Sábado no es una novela simplona, esquiva los lugares comunes sobre la guerra de Irak y manifiesta la perplejidad ante un problema que supera los razonamientos maniqueos. Por otro lado, a Mac Ewan le importan sobre todo otros problemas. El doctor Perowne verá su vida bruscamente amenazada por un par de hechos inesperados. No quiero desvelar detalles, pero es imposible no admirar la capacidad del autor para meter el acelerador de pronto y convertir el texto en un thriller que tiene para colmo un cierto aliento poético.
Quizá algunos se desalienten con la abundancia de términos médicos con los que se bombardea al lector. Para explicarme el caso, he pensado que Mac Ewan, además de hacer un loable esfuerzo de documentación, trata de mostrarnos el mundo con la lente de un racionalista nato, un hombre guiado por el materialismo más obvio. Pero eso no quiere decir que el texto tome un partido claro por esta opción o por otra cualquiera. En realidad, estamos ante una novela que no ofrece por sí misma explicaciones rotundas. Podemos creer en lo que piensa el protagonista, pero también es fácil que nos distanciemos de él.
Y, por último, el título: Sábado, el día previo al domingo. ¿Cómo no pensar que esta novela sometida al pulso de las horas de un único día, no es también una reflexión sobre el tiempo que le queda a cada uno de nosotros, antes de que llegue el domingo definitivo?
La Gorgona

Es un poco raro todo este cuento de
jueves, 19 de noviembre de 2009
Fogonazos de viaje
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Nacionalismos
martes, 17 de noviembre de 2009
Los tacos
Proferir demasiadas palabrotas tiene el problema de que éstas acaban por no significar nada. Pierden su agresividad las palabras, son sonidos huecos, vacíos. A esto se refieren los filólogos cuando dictaminan que el lenguaje en España se empobrece. En cambio, acá, en América, qué fuerza tan enorme tienen las palabras. Y por eso cuento lo que a continuación se leerá.
Al anochecer me fui a pasear a la plaza de la catedral, ya en Mérida. Como era fiesta nacional, había mucha gente. Unas indias extendían la mano desde el suelo, pero yo, lo siento, me fijé en el color maravilloso de sus vestidos. Otro individuo paseaba con una rata en la mano, pero no estoy seguro de que estuviera viva, por lo quieta que estaba. En el centro de la plaza había puestos ambulantes; el problema era identificar los nombres ininteligibles de las comidas que anunciaban.
Y de pronto me acuerdo de que en un callejón había visto el día anterior una tienda de ropa local que podría interesarme. Me acerco hasta allá, pero un individuo me empieza a perseguir para que le compre una caja de habanos.
-Eh, míster, amigo, tengo acá tabaco bueno, tabaco bueno para usted.
-Déjeme en paz.
Cuando ve que me dirijo a la tienda, cambia de tema, pero me sigue perseverante:
-Acá, amigo, museo de la ropa, tienda maya.
Y así continúa hasta la puerta abierta del local, muy pegado al gringo que se cree que soy yo. Para colmo, extiende la mano mostrándome el camino como si yo fuera imbécil. Y en ese momento, cuando veo al dueño que se me acerca obsequioso, digo en voz alta para que me oigan los dos:
-Esta no es la tienda que yo buscaba. Lo siento.
Y me doy la vuelta a toda velocidad. Todavía entonces escucho una voz bien llenecita de rabia:
-¡Hijo de la chingada!
Ahora en México
viernes, 13 de noviembre de 2009
Demasiadas citas
Ahora bien, mi desazón viene después de haber terminado El arte de la distorsiónde Juan Gabriel Vásquez, una recomendable colección de ensayos literarios en la que el autor va cosiendo ideas propias con una selección de citas ajenas de lo más atractivas. Para citar a los demás, hay que saber leer y elegir el brillo en medio de la ganga. Vásquez sabe leer bien, cosa que no está al alcance de cualquiera. En su libro, por ejemplo, he encontrado una cita preciosa de Ribeyro que a mí me había pasado desapercibida: Escribir es inventar a un autor a la medida de nuestro gusto. Una idea profunda apenas condensada en diez palabras.
Qué poco habré aprovechado en mis lecturas ribeyrianas, pienso. De todas formas, para consolarme un poco, se me ocurre también que uno, cuando lee, encuentra lo que necesita en aquel momento y, si no sentimos el fogonazo al pasar las páginas de un libro, es porque esas palabras no estaban destinadas a nosotros. Además, en este mundo hay demasiadas citas. ¿Para qué tantas? Los ordenadores están repletos de información pero no saben qué hacer con ellas. Quizá sería mejor vivir con unas pocas citas y aplicarlas cuando conviene. No por mucha información vamos a ser más sabios. Como dice T.S. Eliot:
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?
Y ya sé que he vuelto a caer en la manía de la cita, pero es que ésta es muy buena.
jueves, 12 de noviembre de 2009
Una visita al museo

Este objeto que aquí vemos tuvo gran importancia como difusor de información hasta las primeras décadas del siglo XXI. A pesar de las apariencias, su manejo resultaba bastante fácil y cómodo, pues su modo de acceso era el siguiente: tomando cada uno de los dos lados, algo más gruesos que el centro del objeto según se puede observar, se tiraba desde el centro hacia los extremos, de forma que se abría el interior, formado por papeles también llamados páginas. Cada una de ellas mostraba una serie de signos que el usuario podía descifrar a su gusto. Sabemos que llegó a haber alguno tan diestro en este curioso tipo de entretenimiento que llegaba a servirse de él hasta cuatro o cinco horas sin parar. No conviene, por tanto, ignorar la trascendencia de tan interesante invención. Aunque en sus últimos tiempos de vida muchos clientes potenciales desecharon su práctica por fatigosa e ineficaz, durante el período de esplendor de este objeto, es decir, más o menos entre los siglos XV y XX, llegó a ser muy valorado. De hecho, a veces se regalaba con motivo de cumpleaños o fiestas de cierta importancia.
martes, 10 de noviembre de 2009
Adornos navideños
lunes, 9 de noviembre de 2009
Despistes y franquicias
sábado, 7 de noviembre de 2009
La cultura domesticada
jueves, 5 de noviembre de 2009
Mi viejo teléfono móvil
¡Un nuevo teléfono móvil!
Presentado en la última feria informática de Nueva York, el nuevo teléfono móvil Golden Apple Substraction amenaza convertirse en la nueva revolución tecnológica del mercado. Además de poseer un diseño elegante y realizar las operaciones convencionales (llamadas, internet, televisión, GPS, etc.), el aparato contiene un programa que permite eliminar información de
Nota: El programa Apple Substraction está diseñado bajo licencia de los principales organismos internacionales que velan por su utilización razonable de forma que no se permita la destrucción de datos relevantes para el progreso mundial.